PÚBLICO: Mujer, de entre 55 y 64 años, y con una afinidad ideológica con la izquierda, es el perfil de persona que mayor importancia da a la situación actual del Sistema Nacional de Salud, según el barómetro del Centro de investigaciones sociológicas (CIS). Diez puntos por encima está la preocupación que muestran las mujeres con respecto a la sanidad en comparación con los hombres (solo el 13,2% de los varones encuestados incluían la sanidad entre sus principales preocupaciones, frente al 22,3% de las participantes). En Galicia, por ejemplo, el último informe del CIS previo a las elecciones autonómicas que se celebrarán el 18 de febrero, esta diferencia se situaba en 5 puntos entre ambos sexos.
Teniendo en cuenta que la salud es la base de la buena vida, que todas y todos enfermamos, que en todas las encuestas tanto los hombres como las mujeres preferimos la sanidad pública para ser atendidos y que, además, al gasto sanitario público representa más del 7% del total Producto Interior Bruto, estaría bien preguntarse a qué viene esta diferencia.
¿Acaso las mujeres estamos más hospitalizadas? Pues no.
Según el Instituto Nacional de Estadística entre los 45 y los 84 años el mayor número de altas hospitalarias, con mucha diferencia, se dio en los hombres. Concretamente, en el año 2021 se produjeron 23.400 altas de hombres por cada 100.000 habitantes, frente a las 15.4000 de mujeres en la franja de edad que va de los 65 a los 84 años. Lo que quiere decir, básicamente, que la población ingresada en esa franja de edad es mayoritariamente masculina.
Entre los 24 y los 45, la mayor parte de altas de las mujeres se debía a los procesos de embarazo, parto y puerperio, y no a una enfermedad. Y a partir de los 85, las mujeres volvían a superar a los hombres en altas, básicamente, porque llegan vivas a esa edad en mayor proporción. Es interesante analizar también que la edad media de los hombres hospitalizados fue de 59,5 años y, excluyendo las altas por episodios relacionados con la vida reproductiva, la edad media en las mujeres era de 61,1 años. Es decir, en general, las mujeres se hospitalizan más mayores. Además, según otro informe publicado por la Comisión Europea, la estancia media de los hombres en el hospital supera en un día a la de las mujeres, en total, 7,5 días.
La diferencia de esta preocupación radica, efectivamente, en ese muro de los cuidados. En quién solicita las citas médicas, en quién se encarga de cumplir con el calendario de vacunación, en quién se pelea con el sistema para adelantar citas o para acortar los tiempos de espera, en quién se acoge a bajas y a permisos de cuidados cuando los demás enferman, en quién teletrabaja mientras cuida, en quién se acuerda de renovar las recetas de los mayores, en quién acompaña en salas de espera, o en quién se pasa las noches doblada durmiendo en una silla de hospital.
No hace falta ningún estudio para concluir que somos las mujeres las principales cuidadoras de las personas enfermas y dependientes. Está claro que cuando la enfermedad y la atención sanitaria implican tu tiempo, tu economía y tu propia salud, entonces te preocupas mucho más por la sanidad.
Aunque las cosas están mejorando poco a poco y cada vez más hombres se encargan de los cuidados de sus hijos, el perfil de la persona cuidadora en España sigue teniendo rostro de mujer. Con respecto al cuidado de los menores, en concreto, lo ejercen habitualmente el 95% de las mujeres, frente al 68% de los varones. En horas de trabajo no remunerado estaríamos hablando de 780 horas más al año invertidas en cuidar a los hijos e hijas y en labores domésticas.
Pasa exactamente lo mismo con el cuidado de las personas mayores y dependientes. La diferencia aquí todavía es más aguda que en el caso de los pequeños, porque el cuidado de los padres y de las madres sí que sigue siendo visto socialmente como un asunto casi exclusivo de sus hijas, si las hay. Y a esto se llama la herencia de los cuidados. Como a la mayor parte de nosotros nos ha cuidado una mujer, unas y otros, asumimos que las mujeres debemos seguir ejerciendo esos cuidados para con nuestros mayores.
Tal como señala un estudio de la Revista Española de Sanidad Pública publicado en el año 2023, las desigualdades de género a la hora de cuidar a los mayores se dan en todos los contextos socioeconómicos. Cuando se les pregunta a las personas cuidadoras por los motivos que las llevan a cuidar a ese familiar, la respuesta entre unos y otras difiere también porque, aunque los hombres cuidadores creen que cuidar a sus esposas es un deber y una responsabilidad, no piensan lo mismo del cuidado de sus padres.
Hay que tener en cuenta, además, que muchos hombres descubren los cuidados cuando ya son mayores y porque no les queda otra, ya que desgraciadamente, el envejecimiento y la soledad de las parejas va en aumento. Así que algunos ven el cuidado como un reto y un logro personal, como algo que les genera una satisfacción. Sin embargo, los sentimientos que expresan las mujeres a la hora de cuidar están mucho más asociados a la moralidad, a las creencias religiosas, a la compasión, al amor y al agradecimiento, y a la reciprocidad por los cuidados recibidos.
Y aunque los cuidados son fundamentales para la vida de todas las personas, y por tanto, todos y todas deberíamos priorizar los cuidados a la hora de votar, cuidar en este sistema no nos sale gratis. De hecho, tiene un impacto muy negativo en la vida de las mujeres, tanto en su educación y formación, como en su actividad laboral y doméstica y, por supuesto, en su salud.
La carga física y mental de los cuidados incrementa la posibilidad de sufrir enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, que son además una de las principales causas de las bajas laborales de las mujeres. Somos las principales consumidoras de psicofármacos y no porque estemos más locas, como nos quieren hacer creer, sino porque estamos infinitamente más cansadas. Las mujeres viven más años, pero con peor salud que los hombres. Las mujeres posponen sus propios cuidados hasta el límite, sencillamente porque no tienen quién las releve en el cuidado de los otros.
Según el informe del CIS hecho con motivo de las elecciones gallegas, el paro es la principal preocupación para ambos sexos y la crisis económica y los problemas de índole económica la tercera, justo después de la sanidad. Los hombres, en general, se preocupan más por los asuntos económicos que por la sanidad y los cuidados sin reparar, supongo, en que si las mujeres no cuidasen gratis sus contratos de trabajo quizá ni existirían. Numerosos autores señalan que el valor del trabajo doméstico y de los cuidados equivale a más del 40% del PIB en España y que si se eliminasen las desigualdades de género responsables de esta brecha, el ahorro potencial que supondría para el conjunto de la sociedad cubriría casi todo el gasto mensual actual de la Seguridad Social en pensiones contributivas.
La feminización de los cuidados es también la feminización de la pobreza y de la dependencia económica. Dignificar los cuidados domésticos, formalizarlos y pagarlos como cualquier otro empleo sería reconocer socialmente que los cuidados ni tienen que salir gratis, ni tienen que ser invisibles. Y cuando llegue ese momento, quizá a algunos les preocupe algo más de qué va toda esta movida.