"Pediré un anticipo en el trabajo para poder asistir a radioterapia"

PÚBLICO: Para tratarse el tumor que tiene en la espalda, José Antonio Rotger tiene que coger un barco o un avión. Vive en Ferreries (Menorca) y durante cuatro semanas deberá desplazarse a Palma de Mallorca para recibir radioterapia de lunes a viernes. "La Administración me paga el transporte y las dietas, pero el alojamiento corre de mi cuenta", dice este oficial de la construcción de 43 años.


La Asociación Española Contra el Cáncer (Aecc) le está buscando un apartamento donde quedarse con su mujer ya que las sesiones diarias de radioterapia sólo duran cinco minutos. "Si no hay suerte, nos quedaremos en el Casal Balear, que cuesta nueve euros por persona y día", cuenta José Antonio, que tiene un hijo de 12 años y otro de 18, en paro. Su mujer tampoco trabaja. "Cobro 1.200 euros al mes y estas cuatro semanas de radioterapia me costarán casi 400, y eso si tengo suerte y no se alarga", explica. "Para pagarlo todo pediré un anticipo en el trabajo y si no me lo dan, tendré que recurrir a la familia o solicitar un préstamo", confiesa.

 La Aecc alerta de que los pacientes con una situación económica precaria, como José Antonio, podrían "llegar a interrumpir la continuidad de su tratamiento". Sobre todo si finalmente las comunidades autónomas dan el visto bueno al Real Decreto-Ley 16/2012 propuesto por el Gobierno del PP, que prevé incluir en el copago el transporte para acudir a las sesiones de radioterapia. Hasta ahora era gratuito, pero tras la reforma sanitaria -que consiste en adelgazar la cartera de servicios básicos- se establece la aportación del paciente con límite máximo en función de la renta, con una base de cálculo de cinco euros por trayecto.

 Inmaculada López-Braña: "Es injusta la desigualdad que sufrimos los que vivimos en zonas rurales" El transporte, aunque no para acudir a radioterapia, es también el problema de Inmaculada López-Braña Freije. Abogada de 48 años, la operaron de cáncer de mama en mayo de 2012. Dos meses después le reconstruyeron el pecho en una segunda intervención y, a partir de ahora, tiene que ir al hospital para hacerse pruebas y revisiones durante los próximos cinco años. El problema es que su hospital, en Lugo, está a 100 kilómetros de donde ella vive (Ribadeo) y ese transporte se lo tendrá que pagar de su bolsillo.

 "En marzo tengo un control pero antes de esa fecha debo desplazarme tres veces al hospital para hacerme pruebas. Y en diciembre ya tuve que ir al hospital para un análisis. Todos estos traslados los tengo que pagar de mi bolsillo", explica esta madre soltera a quien cada viaje le cuesta 40 euros.

 Inmaculada reconoce que su caso no es de los más graves y hasta dice que se siente "una privilegiada". El transporte a Lugo para recibir las seis sesiones de quimioterapia se las abonará próximamente la Administración y no pagó nada por su prótesis porque se la proporcionaron en el hospital. Aun así, debido a la dispersión geográfica de Galicia, se siente discriminada. "Es injusta la desigualdad que sufrimos los que vivimos en zonas rurales", critica.

 La Aecc denuncia la especial vulnerabilidad de estos pacientes que viven alejados de su hospital de referencia y para quienes el copago en el transporte sanitario no urgente sujeto a una aportación de entre 10 y 60 euros mensuales como máximo puede suponer importantes dificultades. El Hospital de Lugo, por ejemplo, no da sesiones de radioterapia, por lo que los pacientes de esta zona se ven obligados a viajar a A Coruña, a unos 160 kilómetros. "A mucha gente le sale mejor alquilar un piso en A Coruña de lunes a viernes que pagar la gasolina", cuenta Inmaculada. "No puede ser que los recortes afecten a los ciudadanos en función de su lugar de residencia porque al que vive en Madrid no le afecta igual que el que vive en Lugo", concluye.

 Al margen del transporte, Inmaculada tiene que hacer frente a otros gastos, "de extrema necesidad para un paciente de cáncer", como señala la Aecc en su informe, como los sujetadores adaptados y las cremas o geles especiales para pieles radiadas. "Me gasté 60 euros en un sujetador especial para usar después de la operación y luego tuve que comprarme otros dos sin aros, de 30 euros cada uno", explica Inmaculada, que es austera con las cremas y usa una de las más baratas del mercado. "Estamos hablando de cosas que afectan a la salud de los ciudadanos. Yo entiendo que se tenga que recortar, pero hacerlo con los enfermos de cáncer me parece una barbaridad", concluye.  

 

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