Soy custodio de dicha información, pero al estar digitalizada, la organización donde trabajo tiene la potestad última de usarla, manipularla o venderla, como hemos visto en Cataluña. Nos dirán que los datos son anónimos y no cotienen el nombre del paciente, pero eso ya da igual; con un ordenador normalito es fácil buscar la trazabilidad por edad y sexo de cualquier historia clínica hasta identificar a quién pertenece. ¿Se imaginan que esa información cae en manos de un departamento de recursos humanos, de la CIA o de algún enemigo personal?
No dudo que potencialmente se pueda investigar y hacer buenas cosas con dicha información, pero veo también que un uso comercial o lucrativo con pocos escrúpulos puede hacer mucho daño. Si con un par de tuits se puede destrozar la carrera política de cualquiera, imaginen lo que podría hacerse si tuviéramos acceso a sus datos médicos.
Ante lo visto, pediría que se pudiera ejercer el derecho a la intimidad: no cedo mis datos sanitarios. Y si no me dan garantías, no digitalicen ninguno. Solicito tener una historia clínica en papel que custodie mi médico o mi centro de salud. Así, de paso me mirará más a la cara, que ya está bien de tanto ordenador.