EL PAÍS: “Estamos en una calma tensa”, coinciden los sanitarios consultados de punta a punta de la Península. Los hospitales todavía están desescalando de la segunda ola de la pandemia de coronavirus y aunque las cifras acompañan —todavía hay más altas que nuevos ingresos, insisten—, los centros contienen el aliento ante lo que puede venir tras estas Navidades, donde previsiblemente volverá a aumentar la interacción social y, por ende, la transmisión del virus. Por lo pronto, los contagios en la calle ya están creciendo —la incidencia acumulada está en 262 casos por 100.000 habitantes— y los sanitarios temen el impacto asistencial de otro repunte. Ellos están agotados, advierten.
“La segunda ola no se ha acabado. Hay mucha preocupación porque algunos profesionales, como los intensivistas o los internistas, están reventados y temen no aguantar una tercera ola”, advierte María José Campillo, portavoz de la Confederación de Sindicatos Médicos. Después de superar el pico de más de 21.000 pacientes con covid-19 hospitalizados en la segunda semana de noviembre, los ingresos siguen cayendo (10.744, este jueves). Y la ocupación covid en cuidados intensivos (UCI) se ha estabilizado en torno al 20% (1.907 pacientes). Pero los hospitales no bajan la guardia. “Ahora estamos viviendo una situación de alivio, pero estamos en alerta por lo que pueda venir. Si las medidas se relajan, el contagio aumenta. Eso es una evidencia”, avisa Francisco Triviño, director médico del Hospital Reina Sofía de Córdoba.
Y las medidas se han relajado, especialmente de cara a facilitar los encuentros familiares durante la Navidad. Es “la tormenta perfecta”, apunta María José Pereira, jefa de Medicina Preventiva del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC). “Por la climatología y las fechas”, prosigue. El frío anima a pasar más tiempo en interiores que al aire libre, por lo que aumenta el riesgo de contagio. Además, en contextos festivos, como las Navidades, se baja la guardia con las medidas de protección y aumenta la interacción social. “El incremento de casos en enero lo tenemos claro. Y si no lo hacemos bien, será un aumento muy importante. De nosotros depende”, advierte Pereira.
El aumento de la movilidad en las primeras semanas de diciembre y en el Puente de la Constitución, de hecho, ya ha hecho mella en la curva epidémica, que vuelve a crecer. Y aunque esto todavía no ha impactado en los hospitales, pues la onda expansiva de las nuevas infecciones llegan con un par de semanas de retraso, algunos centros empiezan a ver de nuevo las señales de alerta. “Urgencias es nuestro termómetro y llevamos un par de días en los que, aunque no ha habido muchos ingresos, sí que notamos que están llegando más sospechosos de covid-19 que luego se confirman. Esto significa que la transmisión en la comunidad ha aumentado”, ejemplifica María José Abadías, subdirectora asistencial del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. “Llevamos dos semanas con una situación buena, pero desde hace un par de días, el equilibrio entre altas y nuevos ingresos se está ralentizando”, coincide la epidemióloga del CHUAC.
Asumir un nuevo repunte con una ocupación basal tan elevada tensará más a los hospitales, auguran los profesionales, sobre todo si el crecimiento se dispara, como suele ocurrir con este virus. España tiene casi el mismo número de pacientes covid en la UCI que el 20 de octubre (algo más de de 1.900), cuando la segunda ola ya estaba en claro ascenso. Tres semanas después, ya había 1.000 enfermos más en la UCI y los hospitalizados tocaban el techo de 21.000.
La Rioja, que es una de las comunidades con la ocupación más alta (el 30% de las UCI tienen pacientes con covid-19) ya se está preparando a conciencia para una eventual tercera ola y reforzará los test masivos, entre otras acciones. “Estamos aumentando la capacidad instalada de camas de UCI y estabilizamos plantilla para ser capaces de asumir pacientes críticos con las mejores condiciones clínicas”, abunda Alberto Lafuente, gerente del Servicio Riojano de Salud.
Por su parte, los sanitarios aseguran estar exhaustos. “Muy cansados”. “Desanimados”, repiten. A diferencia de la primera ola, los hospitales han intentado equilibrar la atención a la covid-19 con la asistencia al resto de patologías, pero las elevadas cargas de trabajo están pasando factura a los profesionales. “Si ya faltaban enfermeras antes de la pandemia, con la crisis sanitaria, esto ha empeorado. Y a ello se suma el desgaste psicológico y el daño emocional. Pensar en una tercera ola a partir de esta situación, cuando la presión asistencial ya es alta, genera desánimo. Muchos profesionales nos trasladan que no saben si serán capaces de aguantarlo”, apunta María José García, del sindicato de enfermería Satse. Y concluye: “Hay un sentimiento de impotencia y temor a lo que puede venir en enero”.