Libremercado: En España existen una serie de creencias o supuestos que se dan por hecho en cuanto hablamos de cuestiones como la sanidad pública. La primera, y casi inamovible, es que debe ser pública sí o sí. Otras más secundarias, pero igualmente importantes, es que la sanidad pública española es muy barata y de las mejores del planeta.
Para empezar, vamos a comprobar si la sanidad en España es tan barata como nos cuentan, y para ello vamos a comparar el gasto sanitario en nuestro país con el de otros países europeos. Así pues, veamos la siguiente imagen.
Ahora bien, que una sanidad sea más barata no la convierte en mejor, es decir, si bien podemos afirmar que la sanidad española es "más barata" en comparación con otros sistemas sanitarios europeos, eso no la convierte en la de mayor calidad. Para tratar de ver si la sanidad española está entre las mejores del mundo, vamos a utilizar el informe anual que lleva a cabo el Instituto Legatum, ya que la mayoría de los informes como el de Bloomberg, el de la OMS o el EHCI están desactualizados desde hace ya varios años. Todo esto sin contar con que informes como el de Bloomberg dan demasiada importancia a la eficiencia, haciendo que se premie más la relación coste-beneficio que la calidad en sí misma del sistema sanitario.
El Instituto Legatum realiza todos los años un índice en el que trata de ver qué países son los más prósperos, el "Legatum Prosperity Index", y dentro de este ranking se incluye un subapartado relacionado con la salud o sanidad. En dicho apartado se tienen en consideración cuestiones como el acceso a los servicios de salud, la calidad de la atención, los resultados en salud, la prevención y la promoción de hábitos saludables, y la sostenibilidad del sistema. En este ranking, tan sólo Portugal tiene una posición peor que España en cuanto a la salud o sanidad, habiendo hasta 25 países que obtienen una mejor puntuación que nuestro país. Así pues, los Países Bajos ocuparían el puesto 11, seguida de Alemania en el puesto 13, Finlandia estaría en el puesto 15, seguida de Italia en el 17 y Bélgica en el 18, mientras que Francia, Austria e Irlanda ocuparían los puestos 20, 22 y 23, respectivamente. Finalmente, España ocuparía el puesto número 26, mientras que Portugal se alejaría mucho del resto con el puesto número 40.
Llegados a este punto podemos extraer dos concusiones básicas sobre lo que hemos visto: la primera es que la sanidad española sería más barata que las de otros países de nuestro entorno, pero no "muy barata", ya que la diferencia con estos países en coste per cápita vendría a estar en torno a unos puntos porcentuales, de manera que no supone una gran diferencia. En segundo lugar, la sanidad española no estaría entre las 10 mejores sanidades del mundo, ni siquiera entre las 25 mejores, de manera que los sistemas sanitarios de países como Alemania, Finlandia o Países Bajos le sacarían más de 10 puestos de ventaja. De manera que, si bien sería una sanidad más barata que la de otros países europeos, también sería una sanidad de peor calidad que la de otros países europeos, echando por tierra así el mantra de que nuestra sanidad no sólo es muy barata, sino que también es de las mejores del mundo.
Por tanto, en este artículo hemos podido ver como los sistemas sanitarios de otros países donde la sanidad está menos estatalizada (o más privatizada) que, en España, ya sea la de Países Bajos, Finlandia o Alemania, la calidad de dichos sistemas sanitarios es de mayor nivel que la española, a cambio de un mayor gasto porcentual por habitante.
Esto, en parte, podría deberse a que, aunque las distintas sanidades también sean públicas, no lo sean en tanta medida como la española y eso permita una mejor utilización de los recursos disponibles. Porque ya sabemos que no es lo mismo jugar al póker con dinero ficticio, que con dinero real. O aplicado al sector público y al sector privado, no es lo mismo utilizar dinero que proviene de los impuestos y, por tanto, convierte en rehenes a los "clientes", que utilizar dinero que proviene de dar un mejor o peor servicio y en el que los clientes (sin comillas) pueden quitarte su apoyo, esto es, no volver a utilizar tu servicio.