Las urgencias hospitalarias, un ejemplo de la teoría del dominó

nuevatribuna.es: El funcionamiento de las urgencias de los hospitales es un buen ejemplo, prácticamente un paradigma de la teoría del dominó, y es un caso evidente de un problema que en su mayor parte no se genera en el ámbito de las urgencias y que tampoco puede resolverse en ese ámbito y que demuestra las interrelaciones que tiene todo el sistema sanitario donde cada parte es muy importante para el funcionamiento de todas las demás.


¿Cuál es el origen de los principales problemas de afectan a las urgencias de nuestros hospitales? Por supuesto muchos y muy variados pero podrían esquematizarse en:

Inapropiado funcionamiento de la Atención Primaria (AP) que es una parte importante del problema, la AP desgraciadamente nunca ha tenido una dotación adecuada para la resolución de más del 90% de los problemas de salud de la población, situación que se ha agravado con los recortes. Si una persona acude a su centro de salud y recibe una cita para varios días e incluso una semana después, lo más probable es que acabe en urgencias y lo mismo sucede si no tiene garantizada la atención por ejemplo en festivos.

 

Una sociedad muy medicalizada que favorece la utilización inapropiada (es conocido que en torno al 70% de las personas que acuden a la urgencia hospitalaria no precisan de este nivel de atención), que se une a lo anterior para aumentar la demanda innecesaria.

Las elevadas listas de espera que fomentan dos situaciones, una el empeoramiento de las patologías de quienes están en lista de espera que se ven forzados de acudir a urgencias, y otras personas que intentan acudiendo a urgencias saltarse las demoras excesivas.

Digamos que estos son los problemas que se plantean en cuanto a la demanda de atención sanitaria, pero hay otros que tiene que ver más con los recursos con que cuentan los hospitales.

El primero de ellos es la escasez de camas hospitalarias. Como es sabido España siempre se ha encontrado a la cola de la UE en cuanto a camas por 1.000 habitantes, pero esa situación ha empeorado con los recortes, así hemos pasado de 3,16 camas/1.000 habitantes en 2009 a 2,96 en 2013, según la OCDE (Health Data 2015) pero la realidad probablemente es peor porque los datos suelen contabilizar camas instaladas que están cerradas y que por lo tanto no están en funcionamiento. Aquí los recortes han producido muchísimo daño porque el número de camas ha bajado de manera muy significativa y ello hace que frecuentemente se produzca una gran dificultad para conseguir camas a los enfermos que deben ingresarse y que acaban quedándose en urgencias durante muchas horas e incluso varios días, obstaculizando el funcionamiento de la urgencia y produciendo situaciones lamentables para los enfermos que esperan en los pasillos o en cualquier otro espacio no habilitado para estos fines.

El segundo son los recortes que también han afectado a las plantillas de las urgencias y les colocan en muchos casos al límite de su capacidad para atender la demanda asistencial.

Además la escasez de recursos para la atención domiciliaria, en centros de media y larga estancia y sociosanitarios que hace que tengan que hospitalizarse en centros de agudos  muchos enfermos que podrían tener alternativas para recibir una atención de calidad.

Y por fin esta la falta de competencia de las administraciones sanitarias que parecen empeñadas en desconocer que hay algunas épocas del año en que la demanda asistencial se incrementa de manera notable y en buscar una ocupación de las camas hospitalarias que pretende ignorar el margen de variabilidad que se produce en las necesidades de la atención sanitaria.

En esta situación y hasta ahora, generalmente como respuestas a los Informes sobre urgencias del Defensor del Pueblo (1988 y 2015) se han producido abordajes del problema basados en actuaciones sobre los servicios de urgencia que, lógicamente han mejorado y solucionado algunas cosas, pero que como se puede comprobar todos los días no han logrado resolverlo, porque persiste en lo fundamental debido a que solo se actuó sobre una de las variables, y es probable que lo que se hizo  incluso  favoreciese la utilización inapropiada de las urgencias.

Hasta aquí una breve exposición, por supuesto esquemática, de las causas del problema, ahora se trataría de ver lo que se puede y se debe hacer.

Lo primero es un enfoque integral del problema asumiendo que la mayoría de las soluciones no están en  los servicios de urgencia y que hay que actuar sobre todos los factores que intervienen en el problema de una manera coordinada para evitar desequilibrios que pudieran producir efectos indeseados.

La primera actuación, seguramente la fundamental tiene que ver con la Atención Primaria, hay que mejorar de una manera notable su funcionamiento y su capacidad de resolución para los problemas de salud puedan encontrar una respuesta eficaz a este nivel, ello supone más recursos, mas personal, mas actividad domiciliaria y comunitaria y actividades de promoción y prevención que favorezcan una utilización apropiada de los servicios sanitarios.

La segunda es disminuir significativamente las elevadas listas de espera para evitar que las urgencias se conviertan en un lugar para intentar atajar unas esperas desmesuradas, y ello significa el uso intensivo de los recursos públicos y también incrementar el número de camas hospitalarias.

Por supuesto, este es un tema central, necesitamos un mayor número de camas hospitalarias porque la actual situación es incompatible con el normal funcionamiento de las urgencias, y esta actuación no es especialmente complicada porque los centros sanitarios de todo el país tienen muchas camas cerradas que solo precisan para su utilización efectiva el garantizarles unas plantillas adecuadas, fundamentalmente de enfermería.

Las urgencias mismas también son susceptibles de mejoras, la primera y básica acabar con los recortes de personal, el objetivo sería garantizar que nadie pase más de 4 horas en urgencias una vez que se ha indicado el ingreso.

Y de manera complementaria necesitaríamos mejorar los recursos que permitan que las personas que no precisan una hospitalización en un centro de agudos, pero si cuidados continuados, puedan recibir la atención sanitaria que precisan (centros de media y larga estancia, etc).

El problema tiene solución pero necesita la colaboración de todos, profesionales, ciudadanía y administraciones sanitarias, ahora solo hace falta ponernos a la tarea.


 

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