PÚBLICO: Con la crisis financiera de 2008, los gobiernos europeos aplicaron la doctrina de austeridad en todos los servicios sociales, privatizando al máximo sectores sensibles como la atención sanitaria, y los geriátricos estuvieron entre los más afectados. Ahora, en sólo dos meses de pandemia han fallecido más de 50.000 ancianos en esas residencias de la UE, según cálculos de la OMS, y España es el país con mayor índice de mortandad entre esa población.
En Catalunya ya se tienen datos sobre el saldo de víctimas del coronavirus en los geriátricos, y es demoledor: este viernes se habían contabilizado 2.819 internos muertos –casi dos tercios del total de fallecidos en la comunidad–, más de 9.000 contagiados y otros 17.000 con síntomas claros de covid-19, sobre un total de 64.000 ancianos en residencias. Es decir, el 45% de esa población de residentes de la tercera edad ha resultado infectado y el índice de letalidad es del 41 por mil; una hecatombe entre nuestros mayores.
También se conocen muy bien los motivos de semejante mortandad: todos los médicos y gestores sanitarios bregados en la atención geriátrica en Catalunya coinciden en que la magnitud de la tragedia ha sido multiplicada por la privatización de la asistencia sanitaria de las residencias catalanas, que las dejó inermes ante la pandemia. Cuando el coronavirus golpeó, la inmensa mayoría de esos geriátricos carecían de la atención sanitaria integral y coordinada, y padecían de graves déficits de personal médico y de enfermería, así como de deficientes condiciones asistenciales y de escasez de suministros de protección e higiene, como para hacer frente a la pandemia.
"Llevamos cuatro años pidiendo que la vigilancia sanitaria de los geriátricos pasara al sistema público, sin que CatSalut nos hiciera caso"
"Estoy como asesor voluntario –sin sueldo– de Salud del Ajuntament de Barcelona desde hace cuatro años y en las reuniones con CatSalut [el Departamento de Sanidad de la Generalitat] hemos exigido durante todo este tiempo, con el concejal barcelonés de Salut, que la vigilancia sanitaria de las residencias geriátricas tenía que pasar a la atención primaria pública de la zona, para integrarla en el sistema público global, para que tuviera un historial clínico común, y una relación con el hospital en base a esa historia clínica, cosa que no ocurría con los equipos de asistencia privatizados y externalizados a partir de 2009", explica a Público el doctor Josep Martí. "Pues no hubo manera; en estos cuatro años no ha habido manera de que ni CatSalut ni la Generalitat nos hicieran caso, hasta que todo ha explotado con el coronavirus".
Josep Martí es médico desde hace medio siglo, doctor en ejercicio durante 40 años en el mayor hospital de Catalunya –el de la Vall d'Hebron de Barcelona–, del que fue el director asistencial en los últimos seis años antes de jubilarse, en 2008, cuando empezaban los recortes y las privatizaciones del sistema sanitario catalán. Así que "fundé la Marea Blanca, junto con otros compañeros, para hacer activismo en defensa de la Sanidad pública". Y se ha convertido en un referente de la lucha por un sistema social y sanitario integrado, perfilando los ocho pilares básicos de una gobernanza única de Salud y Servicios Sociales.
"Al final ha explotado con la pandemia", insiste el doctor Martí en conversación con este diario, "pero era un problema crónico en las residencias, no sólo de salud sino también de alimentación, de limpieza, de condiciones higiénicas, de falta de personal. La mentira del sistema catalán es que se pueden encargar sin concurso público servicios sanitarios a entidades que sean de "interés social". Y así se han colado pues, eso, las que son como Mutuam [compañía dirigida por ex altos cargos de Convergència i Unió (CiU), como su presidente, Josep Arqués i Suriñach, ex secretario general de Política Territorial y Obras Públicas], que controla 431 de los 1.073 geriátricos de Catalunya".
"Hay clínicas que están declaradas como fundaciones pero cuyo gerente cobraba 250.000 euros al año"
"Y hay clínicas en Barcelona que están declaradas como fundaciones pero que después se ha descubierto que el gerente cobraba 250.000 euros al año… y el comité de dirección también se forra con los fondos públicos. La corrupción y las puertas giratorias han sido constantes en los Gobiernos de derechas de Catalunya con la excusa de las entidades de interés social", denuncia este médico veterano. "Hoy, en Barcelona, de 460 geriátricos sólo cuatro son de asistencia médica y gestión ambas públicas, todas las demás son de gestión y/o atención sanitaria concertada con entidades privadas".
"Según CatSalut, son también 'de interés social' las fundaciones oscuras de las que no se sabe qué sueldos tienen los gerentes… Con Mutuam se ha destapado ahora de golpe. Una asesora del Govern, Magda Campins Martí, que es la jefa de Epidemiología y Medicina Preventiva del Hospital Vall d'Hebron, también está en Mutuam. Es como ahora Oriol Mitjà, epidemiólogo de Can Ruti, que sale de asesor del presidente Torra y nadie lo conocía antes", continúa el doctor Martí
"Antes de 2008, la mayoría de las residencias geriátricas eran de gestión concertada con entidades sin afán de lucro, como religiosas, fundaciones, etc. Entonces empezaron los recortes y la política de Artur Mas y de Boí Ruiz [conseller de Salut procedente de la patronal del sector] de externalizar y privatizar, y en dos años entraron las multinacionales de la geriatría (Domus, Mutuam, Eulen…). En este momento, las empresas privadas y con ánimo de lucro ya suponen el doble de las de sin afán de lucro. Y algunas de ellas fueron contratadas sin siquiera concurso porque se consideran 'de interés social', sin que se haya hecho una ley del Tercer Sector para definir qué se entiende por interés social", subraya Martí.
"Hoy en día, el sector mutualista está casi extinguido en Mutuam. Ahora, están cobrando 22,5 millones al año de CatSalut para llevar casi todas las residencias del área metropolitana de Barcelona. Así que eso supone el 80% de su facturación. Y ¿por qué? Pues el director general de Mutuam [Francesc Brosa, ex número dos de CatSalut] había estado 32 años en cargos políticos de la Generalitat. Había sido jefe de Gabinete del conseller y después secretario general de la Conselleria. Cuando lo cesan porque llega al poder el Tripartit [en 2003], lo meten en Mutuam; y cuando vuelve Convergència al Govern, entonces dejan entrar en el sector a las multinacionales y los fondos de capital riesgo, que hacen negocio con la salud y el bienestar de los ancianos. Eulen, por ejemplo, que es una multinacional de limpieza, de suministro logístico, y ahora se dedica también a eso. O Domus, que es francesa, y ahora tiene muchas líneas de asistencia sanitaria y atención domiciliaria".
"Esto es un crimen: utilizar dinero público y, como no les sale el negocio, bajar la calidad de la atención a pacientes en riesgo", dice Martí
"Cuando una empresa privada asume servicios de salud pública, para dar dividendos a sus accionistas no es suficiente con lo que se paga por esos conciertos" concluye Martí. "Cuando hay concierto, porque en el caso de Mutuam ni siquiera lo había, se le adjudicó el convenio a dedo y sin concurso público. Así que ¿cómo pueden rentabilizar el servicio y obtener beneficios? Pues recortando en plantilla, que es lo que cuesta más en este tipo de servicios; reduciendo personal, reduciendo la calidad de la comida, ahorrando en limpieza y en mantenimiento del edificio… Todo eso redunda en una precarización de la atención y las condiciones de los ancianos, que ahora se ha destapado, para poder mantener los beneficios y los sueldos de los directivos. Esto es un crimen: utilizar dinero público y, como no les sale el negocio, bajar la calidad de la atención a pacientes en riesgo. Pero durante muchos años no se han hecho auditorias, ni inspecciones, ni se han impuesto casi sanciones".
Otro de los directivos del Grupo Mutuam es el influyente presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós, exfundador de las juventudes de CiU y diputado por el partido durante dos legislaturas, quien ocupa una vocalía en la Fundació Mutuam Conviure pero que "además tenía una buena nómina de la empresa con una plaza disfrazada en una unidad de valoración geriátrica y con la excusa de que organizaba la formación continuada de los médicos del Grupo", según revela a Público un médico que lleva muchos años en la compañía.
Padrós es el único que ha respondido ante las crecientes denuncias de que Mutuam dejó desatendidos a los ancianos de las residencias a su cargo cuando golpeó el coronavirus. Argumenta que esos centros "fueron concebidos como espacios no sanitarios, sustitutorios del hogar, pero con el aumento de la esperanza de vida y la aplicación de la ley de dependencia, las necesidades de una mayoría de los usuarios se ha hecho más sanitaria que social, muy equivalente a la de los centros sociosanitarios".
El presidente del Colegio de Médicos y vocal de la Fundación Mutuam alega que el elevado contagio de las residencias se repite en todas partes
"La abrupta irrupción de la epidemia por covid-19", alega Padrós, "ha encontrado inevitablemente en estos centros enormes facilidades para el contagio. Muchas personas frágiles y vulnerables compartiendo espacios vitales en ambientes a menudo cerrados y en ocasiones con infraestructuras poco adaptadas. Sólo hace falta consultar la literatura científica internacional referenciada: esta constante se repite en todas partes. La dificultad inicial de comprender este riesgo y darle un enfoque más sanitario, y la falta de equipos de protección y la merma de personal nos han conducido a la situación actual".
No obstante, Padrós obvia que la falta de recursos y de personal médico también eran responsabilidad de Mutuam, como ha podido contrastar Público entrevistando a varios de los médicos que han padecido durante años esas limitaciones de plantilla y de presupuesto impuestas por la dirección de la empresa para cumplir los criterios de "eficiencia y rentabilidad" que la derecha neoliberal siempre defendió como objetivo de la privatización de la Sanidad.
Uno de ellos, el doctor Ramon Sarrias, estuvo trabajando en Mutuam durante 22 años, hasta que fue despedido –sin indemnización ninguna porque todo ese tiempo lo tuvieron con contrato mercantil, en vez de laboral– cuando, en 2015, se le acabaron los conciertos de atención primaria. Después, el CatSalut ofreció a Mutuam otros convenios para que pudiera mantener su estructura aprovechando su conocimiento de la geriatría, ya que siempre había gestionado equipos de apoyo domiciliario para paliativos, los Programas de Atención Domiciliaria y Equipos de Apoyo (PADES) que no podían atender los ambulatorios.
"Continuamente nos llegaban jubilados de oro de Convergència, y era un lastre. Como Montal, por ejemplo, que iba con chófer"
Lo que Sarrias recuerda está lejos de la "eficiencia" de la empresa privada aducida por los conservadores: "A partir de finales de los 90 ya veía que aquello no iba a funcionar si no hacían cambios. Yo me informaticé, pero ellos no hubo manera", recuerda en su charla con Público. "Además, continuamente nos llegaban jubilados de oro de Convergència. El doctor Padrós, el propio Arqué, y otros cuadros menores de CiU acababan allí. Y, claro, era un lastre. Agustí Montal, el expresidente del Barça, por ejemplo, iba con chófer, algo que no tiene sentido para una empresa tan pequeña… Fue el histórico presidente de Mutuam hasta que falleció hace poco más de tres años, antes de Arqué".
Cuando se empezaron a crear los ambulatorios privatizados, las Entidades de Base Asociativa (EBAs), Mutuam también se quiso colocar allí y no lo consiguió; sólo logró quedarse con un 10-15% de una de las EBAs. Así que finalmente logró el convenio con CatSalut para crear una red de Equipos de Asistencia Residencial (EARS), unos 40 equipos de médicos y enfermeras, por los que cobran 22,5 millones de euros al año por dar atención sanitaria a los geriátricos de Barcelona y su área metropolitana.
Según el Registro de Convenios y Contratos (RCIC), el Grupo Mutuam obtuvo fondos públicos del presupuesto de Salut de la Generalitat por valor de más de 142 millones de euros entre los años 2008 y 2012. Después, entre 2012 y 2017, CatSalut firmó con Mutuam 36 convenios más sin concurso público para "atención asistencial" por un total de más de 104 millones de euros. El contrato de 2018 ascendió a los 22,5 millones mencionados y el de 2019 aún no ha sido difundido pero en conjunto Mutuam ha recibido casi 300 millones de dinero público en poco más de diez años.
"Con todo ese dinero público", recalca el doctor Martí, "se podría dar asistencia sanitaria pública, integrada y global, a las residencias: igual que los médicos de cabecera van a los domicilios de los pacientes si es necesario, o los visitan en el Centro de Asistencia Primaria (CAP), también tendrían que ir a los geriátricos de su zona. O, si los ancianos pueden, se les debería llevar a los CAP a visitarse. Esto representaría integrarlos en el sistema público de verdad, con pruebas médicas y visitas con los especialistas, con pruebas diagnósticas y analíticas suficientes e inmediatas. Y esto se puede hacer con el mismo dinero que ahora externalizan. No hace falta más presupuesto. Simplemente, con que esos 22 millones se inviertan en el Institut Català de la Salut, se les dará una asistencia más completa, controlada y transparente".
Eso también es verificable. Sólo hay que hablar con los médicos que trabajaban para Mutuam en la asistencia sanitaria a los geriátricos para comprender que, en aras del ahorro presupuestario –tanto para la compañía como para CatSalut– se dejó a los ancianos desasistidos e inermes frente a la pandemia.
"Lo que Mutuam vendía como producto de excelencia, en realidad lo que hacía era precarizar la atención sanitaria a las residencias"
Una doctora que cubrió durante dos años para Mutuam la Zona Litoral de Barcelona y que pide no ser identificada, cuenta a Público: "Vi que lo que se vendía como producto de excelencia, unos equipos de asistencia a los pacientes que supuestamente mejoraban la de los ambulatorios, en realidad lo que hacía era precarizar mucho esa atención. Porque yo tenía que atender 20 residencias con 1.300 pacientes geriátricos, complejos muchos de ellos, y las residencias eran también variadas, unas con médico otras sin ello, unas privadas, otras concertadas… Además con un cuadro muy variado, porque entraban y salían pacientes continuamente, y la función del médico de Mutuam era básicamente asumir la prescripción delegada del de la residencia y poco más. Era más gestión sanitaria que atención. No podíamos dar atención sanitaria, era inviable por la escasa dotación de personal médico para el número de internos que teníamos que atender cada uno".
"Para un perfil de pacientes así no se pueden hacer cupos como si fueron de atención general", continúa la doctora. "Un médico de un ambulatorio tiene un cupo de unos 1.300 pacientes que se distribuyen en diferentes franjas de edad y es asumible porque cada perfil de paciente lleva una carga asistencial distinta. Pero no puedes hacer una equivalencia como se hizo en Mutuam, asignando a cada médico una carga de 1.300 pacientes geriátricos por mes. Esa carga era más bien equivalente al triple de la que soporta un médico de ambulatorio normal".
"Yo me encontré con 1.300 o 1.400 pacientes geriátricos y no podía ir a atenderlos. Materialmente, no podía. No llegábamos. Un ejemplo es que, al principio, las guardias de los fines de semana eran de un solo médico para toda Barcelona. O sea, que todas las residencias de Barcelona llamaban a ese único médico para todas las incidencias de los internos. Eran guardias de 12 horas en las que tenías que atender todas las incidencias de unos cuantos miles de pacientes. La mayor parte de las residencias en fin de semana no tienen su propio médico, porque está de descanso, y hay también menos personal, así que todos llamaban al médico de Mutuam y el índice de resolución telefónica era elevadísimo. Hasta que llegaba un punto en el que veías que no podías".
Esa doctora, con un máster en atención geriátrica, ha narrado a este diario cómo veía frustrada su vocación médica en Mutuam, al tiempo que se desesperaba por no poder atender adecuadamente a los ancianos a su cargo:
"El sistema estaba tan mal pensado que tenías que agudizar tu ingenio de resolución telefónica porque veías que no te podías desplazar. Me acuerdo de estar en el centro de Barcelona y que me llamaran a la vez de El Clot, por un paciente de 101 años que estaba taquicárdico, y al mismo tiempo me tenía que ir a la zona de Vallvidrera [una distancia de 20 kilómetros a través de la ciudad]. Estaba en el medio y tenía que decidir a cuál atendía únicamente por teléfono, y corría el riesgo confiando en que no le pasara nada –y no me pasara nada a mí en consecuencia–, y a cuál me desplazaba yo".
"El nivel de estrés del personal médico era altísimo: dábamos pautas de agonía por teléfono… Yo no lograba visitar pacientes, por mucho que lo intentara. Quizá visitaba dos o tres de cada diez visitas que me solicitaban, con lo que teníamos quejas continuas mientras se vendía la moto de que estábamos disponibles para todas las incidencias que hubiera".
"Me enviaron una lista de 900 pacientes a los que debía retirar los medicamentos de alzheimer y demencia porque eran caros"
"En cambio, a mí cada día me enviaban una lista con mis pacientes con fármacos caros. Esto me pasó con los medicamentos para la demencia y el alzheimer. Hubo una circular de CatSalut que recomendaba retirar esos medicamentos en determinados pacientes que cumplieran ciertos criterios, porque se consideraba que el balance coste/beneficio no era favorable. Bueno, pues me pasaron una lista con 900 pacientes con demencia y tratamientos de esa índole, diciéndome que los tenía que retirar. Pero para retirarlos yo tenía que ir a la residencia, conocer al paciente, hablar con su familia, valorar si ese paciente estaba evolucionando con esa medicación, si realmente le estaba haciendo algo o no… y si se lo retirábamos, a los diez días había que volver y ver si la retirada había sido perjudicial o no… Era todo un trabajo que no se podía llevar a cabo con el personal que teníamos, así que muchos médicos se veían obligados a entrar en el ordenador cuando caducaban las prescripciones y empezar a retirarlas a saco".
"Yo pensaba que tenía que valorar antes al paciente y el trabajo era ingente, imposible de atender. Y los criterios eran exclusivamente economicistas… igual que con los pañales. Que yo entiendo que hay que hacer un uso racional, pero parecía que cuantos más pañales ahorrabas, mejor. Había la presión de alcanzar determinados objetivos porque había que renovar el convenio con el CatSalut, y de verdad que era mucha gestión guiada por criterios económicos y muy poca asistencia. En cuanto a seguridad, el paciente estaba descubierto de un médico de referencia, aunque legalmente lo tuviera. El personal de las residencias tenía que batallar para conseguir que tú fueras allí. Porque te tenías que pelear con todo el mundo para ver a quién priorizabas".
"Además, acabábamos prescribiendo, firmando, o desprescribiendo fármacos, que no deja de ser una responsabilidad legal, de una forma automática, a saco, para poder sacar la faena que se acumulaba. Eso nos colocaba en una situación de inseguridad legal y Mutuam se aprovechaba un poco de ello. Todas las órdenes que dábamos a las residencias por teléfono tenían que estar también por escrito, ya que la enfermera necesita una orden médica de lo que tiene que hacer, así que después teníamos que enviarlo por fax".
"Nos controlaban para no derivar los pacientes a urgencias y nos felicitaban si bajábamos de un número prefijado"
"Eso nos causaba un tremendo volumen de trabajo, porque el sistema no estaba pensado para atender a la gente, sino para controlar las prescripciones, para reducir los pañales y, otra cosa, para no derivar a urgencias. No hay que derivar, nos decían. Bueno… no hay que hacerlo si no hay que derivar si no hay criterios, pero si los hay… Y si no puedo derivar a un paciente con criterios, entonces dame los recursos para atenderlo en la residencia. Medicaliza la residencia o lo que sea, pero yo si lo tengo que derivar, tengo que hacerlo. Pues nos controlaban cada mes cuántas derivaciones habíamos hecho a urgencias y nos felicitaban si bajábamos un número prefijado. No me acuerdo cuántas".
"Con lo cual a menudo tenías que resolver cosas telefónicamente que si hubiera podido habría visto al paciente, y al final te ibas a casa con una sensación horrible. Igual que los casos de agonía. Te decían 'esta persona se está muriendo' y yo al final me lo creía y les decía: 'dale morfina'. Y les enviaba la pauta por fax. Y yo pensaba, 'pero si yo no he visto a esa persona'. Claro, yo me tenía que fiar de esa enfermera, porque es una profesional y tenemos que fiarnos. Pero yo no quería funcionar así. Al final, es que estaba organizado de una manera que te abocaba a hacer eso".
"Cuando salí de Mutuam, me fui al Vallès, cuando aún no tenían convenio allí, y teníamos dos residencias que pertenecían a mi CAP y eran unos pacientes más de la población asignada. Así que estaba organizado. Había unas enfermeras de referencia del CAP, que se desplazaban a las residencias, y unos médicos de referencia. Yo he ido a esas residencias a atender pacientes y nada que ver. Claro, eran dos residencias para un ambulatorio, que éramos ocho médicos o diez. Mientras que en el EAR éramos ocho médicos para toda Barcelona. Yo entré cuando el EAR sólo tenía tres o cuatro equipos y se triplicó la cosa. Cuando me fui, ya tenían ocho y empezaban a expandirse por fuera de Barcelona".
"Mutuam ha caído porque es inviable atender la crisis en las residencias con la miseria de personal que tienen"
"Mutuam ha caído no porque tenga que atender a los paliativos, sino porque atender a la crisis del coronavirus en las residencias con la miseria de personal que tienen es inviable. Por fin se ha destapado que el equipo que tienen es insuficiente. Porque está pensado sólo para la gestión, no para la atención. Es un problema de enfoque. Tú, como médico, vas a atender al paciente, pero en Mutuam estaba pensado para gestionar todo el gasto que se tenía en la residencia para el sistema público de Salud. No tanto para la atención de la gente, que les importaba bien poco. Por eso ha caído ahora con la pandemia, porque se ha destapado todo".
Y no sólo se ha tirado de la manta de las penosas condiciones en las que los geriátricos catalanes recibieron el tsunami del coronavirus, sino que Mutuam se retiró de la primera línea en cuanto golpeó la pandemia y soltó toda la carga de la lucha por salvar a los ancianos sobre los ambulatorios públicos, cuyos sanitarios estaban ya abrumados por la emergencia y de pronto se encontraron con muchos más pacientes complejos, de los que no conocían su historial ni medicación habitual, como revela a Público el doctor Sarrias, encargado del ambulatorio de Les Corts:
"A mediados de febrero, con la excusa de que no había suficiente personal de Mutuam, nos enviaron un mensaje a los CAPs que llevamos las cuatrocientas y pico residencias éstas (casi toda Barcelona, y todo el Vallès) informándonos de que la asistencia de todos esos geriátricos la llevaríamos nosotros y que a ver si lográbamos parar el golpe del virus; que a ver cómo salimos y luego veremos cómo lo hacemos, y que Mutuam sólo quedará como apoyo por si algo se nos escapa".
"No sabemos por qué Mutuam ha dejado de dar servicio a las residencias en un momento tan delicado"
"Y esto fue mucho antes del decreto [del 8 de abril] que decidió que Sanitat se hacía cargo de todas las residencias", subraya Sarrias. "Así que, con independencia de esa decisión de emergencia por la pandemia, Mutuam ya había dejado de prestar el servicio real de golpe y porrazo. No sabemos por qué Mutuam se ha ido en un momento tan delicado. No lo sé… No hemos recibido ninguna comunicación. No nos han dicho la fecha concreta del día en que Mutuam dejó de dar de pronto servicio a esas residencias".
"Ellos sostienen que hacen más ahora lo de los paliativos y lo de ayudar a morir, pero en esta pandemia no hay tanto trabajo de esto… Lo que han hecho es soltar una carga de trabajo tremenda de gestión sanitaria de las residencias sobre los CAP que ya estaban desbordados por la atención a los otros pacientes", prosigue Sarrias.
"Los médicos de los ambulatorios han estado doce horas diarias seguidas atendiendo a la gente que les correspondía a partir de que estallara la pandemia, mientras que los EARs de Mutuam han desaparecido. Lo mínimo que podían hacer era quedarse, no retirarse a decir que vas a ayudar a morir a los terminales. Además, la complejidad de esta nueva enfermedad es tal que cuando a uno de esos ancianos se le complica la situación, eso se resuelve en seis horas, así que no tiene ningún sentido avisar a un equipo externo para que te ayude a gestionar el dolor de esa persona durante esas seis horas. Si tú no estás ya allí, pues tampoco estarás para los paliativos"...
En cualquier caso los doctores de la Sanidad pública están comprobando ahora que, en la gestión sanitaria que efectuaba Mutuam, "no hay una visión geriátrica integral en el tratamiento de estos ancianos. Veo un exceso de mediación y falta un seguimiento cercano de los ingresados", nos explica el doctor Sarrias. "La complejidad y la dependencia de los abuelos es mucho mayor ahora que antes, en 2009, cuando empezó esta externalización. Porque ahora esas residencias son en realidad hospitales de crónicos. Pero no han ajustado su atención a esa nueva realidad".
Una nueva realidad en la que la atención sanitaria pública a los mayores tendrá que ser defendida y financiada sin recortes ni cortapisas, a la vista del fracaso de la doctrina neoliberal privatizadora que ha sacado a la luz esta pandemia.