EL PAÍS: Las listas de espera para operarse llevaban años disparadas y la pandemia ha acabado por poner contra las cuerdas la accesibilidad al sistema sanitario. Según los datos del Ministerio de Sanidad, los tiempos de espera para una intervención quirúrgica se han desbocado: a junio de 2020, había 691.508 personas en lista que aguardaban, de media, 170 días para operarse, casi dos meses más de lo que se esperaba el año anterior. Las cifras cristalizan el impacto de la primera ola en los hospitales, que tuvieron que paralizar sus quirófanos para atender el aluvión de pacientes con covid-19.
Las intervenciones realizadas han caído un 36% en el primer semestre del año con respecto al mismo período de 2019. Cirugía plástica (una espera media superior al año) y traumatología —las prótesis de cadera y rodilla son las peor paradas— acumulan las mayores demoras. Los expertos reclaman más recursos para revertir la situación y advierten de que las demoras pasarán factura a la salud: los pacientes llegarán en peor estado al quirófano. Un tercio de las personas en lista de espera llevan en la cola más de seis meses.
El escenario prepandemia ya no era nada halagüeño. Los recortes sanitarios ejecutados en la última década seguían pasando factura a las listas de espera y la bolsa de pacientes crecía cada año. El 2019 se cerró con casi 705.000 pacientes en lista, 36.700 más que en 2018. “Listas ha habido siempre, pero la crisis impactó directamente y en estos años no hubo ningún modelo de reforma y las listas crecieron. Estos datos desprestigian al sistema público”, resume Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). La crisis sanitaria de la covid-19 ha sido la gota que ha colmado el vaso para un sistema sanitario acuciado por la falta de recursos.
Entre marzo y junio, los hospitales tuvieron que parar el grueso de su actividad habitual y dedicar recursos humanos, espacios y medios a la covid-19. Los quirófanos dejaron de operar y se convirtieron en unidades de cuidados intensivos improvisadas. Las pruebas diagnósticas se postergaron y las consultas con el especialista, puerta de entrada a la lista quirúrgica, se redujeron a la mínima expresión. El impacto en las listas de espera era previsible: en el primer semestre del año se realizaron 716.163 intervenciones quirúrgicas de pacientes en lista de espera, un 36% menos que en el mismo período del año anterior. Así, aunque no ha aumentado de forma exagerada el número de pacientes en espera —se operaron menos, pero tampoco entró gente nueva porque las consultas y las pruebas diagnósticas también estaban paradas—, la reducción de las intervenciones se traduce en un mayor tiempo de espera de los pacientes que ya están en la cola.
“Esto es extraordinariamente preocupante. El deterioro de las listas supone falta de atención a los pacientes y retrasos diagnósticos”, zanja Tranche. Un estudio publicado en la British Journal of Surgery estimaba que el parón de 12 semanas por la pandemia obligó a suspender el 72% de las operaciones no urgentes (más de 28 millones en el mundo). “Si los países aumentan su volumen quirúrgico normal en un 20% después de la pandemia, les llevaría unas 45 semanas eliminar la acumulación de operaciones resultantes de la interrupción de la covid-19”, reza el informe.
Aunque el impacto en España no ha sido tan devastador como pronosticaba el estudio internacional, los tiempos de espera se han disparado. Una persona que tiene que operarse para ponerse una prótesis de rodilla aguarda en la lista una media de 183 días, dos meses y medio más de que se esperaba un año antes. La cirugía cardíaca valvular tiene una demora menor, pero elevada para la complejidad de la situación clínica del paciente: 70 días, un mes más de lo que se esperaba un año antes. Intervenciones más livianas, como los juanetes o las varices, rondan también los 170 o 180 días de espera, dos meses más que en 2019.
“Hay mucha cirugía que no es vital, pero sí invalidante. Si me tengo que operar de una hernia discal, mi vida no peligra, pero tengo que estar de baja. Eso supone un coste económico extra porque no estoy produciendo y estoy haciendo un gasto a la Seguridad Social. Cuando un proceso se retrasa, la persona no mejora. Empeora siempre. Las cirugías serán más complicadas y conllevarán más tiempo de recuperación, con lo que aumentarán los costes sociales”, advierte María José García, portavoz del sindicato de enfermería Satse. Las intervenciones de cirugía plástica y neurocirugía acumulan los tiempos de espera más largos: 388 y 211 días de espera media, respectivamente. Por tipo de operación, también las hernias, las colecistectomías (extirpación de la vesícula biliar), las prótesis de cadera o la hipertrofia benigna de próstata, todos ellos procesos clínicos muy comunes, aglutinan demoras en torno a los 140 días de espera media. “Tenemos el temor conceptual de que los pacientes lleguen peor al quirófano, pero en realidad, este temor es menor porque hacemos un gran esfuerzo en priorizar lo que debería operarse”, matiza Salvador Morales, presidente de la Asociación Española de Cirujanos.
La presión sobre las listas de espera es común en toda España, aunque hay comunidades que tienen una tensión asistencial mucho mayor en su puerta de acceso al sistema quirúrgico. Así, Castilla-La Mancha y Cataluña acumulan los tiempos de espera más prolongados, con una media de 269 y 223 días de demora respectivamente. En el otro lado de la balanza, además de Asturias o Melilla (con 52 días de espera media), está Madrid, que tiene la espera más baja (42 días). De hecho, incluso pese a haber dejado de hacer más de 50.000 intervenciones durante marzo y abril, la comunidad ha bajado las demoras con respecto a diciembre de 2019 (52 días de espera media reportó en esa fecha). Un portavoz de la consejería de Salud madrileña admite, no obstante, que los tiempos de espera han crecido también en la comunidad y señala que, a octubre de 2020, la demora media es de 71 días.
A propósito de la situación de Madrid, sanitarios madrileños advierten de que la Comunidad ha retirado gente de la lista de espera que no había podido ser operada para volver a visitarla y revisar su proceso clínico, informa Isabel Valdés. De hecho, marzo, abril y mayo aparecen ya como inhábiles en la base de datos oficial de la Consejería de Sanidad, no se contabilizan. En este sentido, la portavoz de Satse avisa de que los números oficiales no reflejan toda la realidad de la situación: “Hay pacientes que han podido desaparecer de las listas de espera al no querer operarse. Gente que no se ha atrevido a someterse a su intervención de cataratas o juanetes, por ejemplo por miedo a meterse en un centro hospitalario”. Coincide María José Campillo, portavoz de la Confederación de Sindicatos Médicos: “En estas listas de espera no están todos los que tienen que estar. Hay infradiagnósticos de todas las patologías porque todo estuvo parado y hay mucha gente que se queda en casa y está banalizando procesos que no son banales. Las personas en espera y el tiempo serán mayores de lo que aparece ahora en las listas”.
La visita con el especialista, puerta de entrada al quirófano, también se está taponando: 115 días de espera media, un mes más que a finales de 2019. Las consultas externas también se frenaron de forma radical durante la pandemia para destinar profesionales de otras disciplinas a reforzar el dispositivo covid y eso ha hecho mella en las demoras a estos servicios. El traumatólogo (146 días de espera media) o el urólogo (cuatro meses) son los especialistas con tiempos de demora mayor. El ginecólogo (dos meses), el que menos.
Los expertos advierten del fuerte impacto que tendrá en el estado de salud y la calidad de vida de los pacientes en lista de espera. “El paciente se deteriora mientras espera. Un paciente que lleva un año y medio con una sonda puesta esperando una intervención de próstata tiene una calidad de vida peor”, señala Tranche. El presidente de la Semfyc alerta, además, de los retrasos diagnósticos que provoca el tapón en el acceso a las pruebas médicas: “Las intervenciones quirúrgicas por patologías oncológicas no me preocupan por que si está bien diagnosticado, tienen un circuito preferente. Pero sí nos preocupan los retrasos hasta llegar al diagnóstico: estamos viendo retrasos en pacientes que, cuando te llegan, tienen un cuadro clínico muy evolucionado porque han pasado muchos meses y están ya para cuidados”. Campillo coincide en que “aumentará la mortalidad evitable” y habrá “más situaciones de invalidez”.
Como un efecto dominó, las listas de espera quirúrgicas acaban repercutiendo, además, en todo el sistema sanitario. “Hay problemas en el seguimiento de los pacientes. Tengo casos en los que les han anulado tres veces la consulta y eso repercute directamente en urgencias y en la atención primaria. Los pacientes acaban recurriendo a atención primaria y lo único que le podemos dar es soporte, algún tratamiento para el dolor”, lamenta Tranche. “Me preocupa que no se diagnostique. Hay que invertir en atención primaria para que todo siga funcionando también y que no se rompa el ciclo diagnóstico”, concreta Morales.
La solución, insisten los profesionales, pasa por un plan de choque con inyecciones de recursos humanos y materiales. Pero todo ello, a largo plazo. En plena pandemia, poco se puede hacer. “Ahora mismo no hay solución porque los hospitales están con altísimas tasas de ocupación en hospitalización y UCI. En este momento, tiene que atender la covid-19 y las patologías quirúrgicas graves. Luego habrá que plantearse un plan de acción riguroso que necesitará inversión económica, concertar actividad con hospitales privados y ampliar la capacidad propia. Estas demoras son inaceptables”, zanja Tranche.