infoLibre: Las listas de espera no son, ni mucho menos, un problema nuevo en la Comunidad de Madrid. Cada año, cientos de miles de personas de la región aguardan desesperados esa llamada de teléfono que les anuncie cuándo podrán entrar a quirófano o esa prueba que permita arrojar luz sobre la dolencia que llevan semanas –o incluso meses– arrastrando. Un verdadero quebradero de cabeza tanto para la Administración como para los pacientes que se agrava con el paso del tiempo. Nunca antes, desde que el Ejecutivo regional ofrece datos oficiales, las listas de espera para pruebas diagnósticas o consultas externas habían estado tan abultadas. De hecho, en este último caso, el de primeras citas con especialistas, se ha incrementado solo en el último año en un 65%. Más de 550.000 personas pendientes en la región de que les atienda el traumatólogo, cardiólogo o psiquiatra, entre otras muchas especialidades.
Andrea es una de las muchas pacientes que ha tenido que lidiar con estas esperas en la sanidad madrileña. Las pasadas navidades sufrió un accidente esquiando en el norte. Se destrozó un brazo y una pierna. "Rotura de cabeza de tibia", explica al otro lado del teléfono. Cuenta que tuvo que esperar mes y medio para que le hicieran una resonancia. Y el médico de rehabilitación no le atendió hasta tres meses después de la caída en la nieve. Fue la pasada semana. "La extensión del brazo es algo que todavía me cuesta", apunta. Afortunadamente, su caso es leve dentro del amplio abanico de posibilidades. Y ella es consciente de ello. "Gente que conozco se ha tirado cinco o seis meses para tener una cita por un trastorno intestinal que, al final, terminó siendo cáncer", apunta. No pocos, en una situación así, acaban echándose en brazos de la sanidad privada.
El caso de Andrea, que pide mantenerse en el anonimato, es solo uno más. Pero refleja la realidad que viven en la comunidad autónoma algo más de medio millón de personas. El pasado mes de febrero, el número de pacientes activos en lista de espera para ser atendidos por el especialista, desde el endocrino hasta el geriatra, ascendía a 553.601 personas. Es equivalente a llenar casi nueve veces el Wanda Metropolitano. O casi siete el Santiago Bernabéu. Nunca antes, desde que se ofrecen datos oficiales –junio de 2016–, se había llegado a alcanzar un nivel como este. Pero desde los sindicatos advierten que no todo tiene que ver con la pandemia. Es un problema que se arrastra desde mucho antes de que estallara la crisis sanitaria. "Aunque se haya intensificado, antes ocurría lo mismo que ahora. No es algo que surja de un día para otro", dicen fuentes de CCOO.
Es cierto que el año negro del coronavirus trajo consigo una reducción de la bolsa de pacientes que aguardaban una primera consulta externa. Si en enero de 2020, justo antes de que el mundo se parara, la integraban 451.338 personas, doce meses más tarde esa cifra se situaba en las 333.692, un retroceso del 26%. Pero esta caída no se ha mantenido en el tiempo. Solo en el último año, esta lista ha engordado nuevamente un 65% hasta alcanzar datos récord. Un repunte que se nota, fundamentalmente, en las demoras más largas. El número de pacientes con más de tres meses de espera se ha incrementado en un 123%, es decir, que se ha más que duplicado. Y los que aguardan entre 60 y 90 días ha aumentado en un 43,31% durante el mismo periodo de tiempo.
También ha alcanzado cotas nunca antes vistas –al menos, con los datos oficiales que hace público el Gobierno autonómico– la lista de espera de pruebas diagnósticas y terapéuticas: más de 170.112 personas, casi un 22% más respecto a enero de 2021 (se ha cogido ese mes como referencia debido a que los datos de febrero están incompletos). Casi 48 días de media tienen que esperar los pacientes. Una demora media que en el caso de la quirúrgica se eleva hasta los 68. El pasado mes de febrero engrosaban esta lista de espera 90.586 personas, un 14,3% más que hace un año y un 14,7% más que antes de que estallase la pandemia. Actualmente, más de 5.000 pacientes llevan más de medio año esperando a ser intervenidos. Es un 2.000% más que antes de la crisis sanitaria –233 y 230 en enero y febrero de 2020, respectivamente–.
Paco López pasó prácticamente seis meses a la espera de una intervención quirúrgica. En su caso, tenía una fibrilación auricular paroxística, una alteración del ritmo del corazón que popularmente se conoce como arritmia. "Aunque no es grave, puede producir trombos y el corazón se puede ir deteriorando", cuenta al otro lado del teléfono. Se la diagnosticaron hace un par de años. Al principio, todo bien con los medicamentos adecuados. Pero poco a poco se fue complicando. "De que la arritmia me diera un día a la semana pasó a todos los días durante varias horas", cuenta. Una situación que le impedía hacer vida normal. Subir escaleras o dar un paseo se convirtió en algo imposible. De ahí, que decidiera someterse a una ablación, para la que tuvo que esperar medio año. Seis meses pegado al teléfono viendo cómo todo iba a más. "Te sientes asustado y cabreado", cuenta.
Javier Ortega, cirujano general en el Hospital del Tajo de Aranjuez y responsable de Atención Hospitalaria de Amyts, explica que a los pacientes se les clasifica en tres categorías en función de la urgencia: "normal", "preferente" u "oncológico". Eso no quiere decir, no obstante, que un caso no prioritario no pueda complicarse "por una espera desmesurada". Pone como ejemplo una hernia. "Si pasan los días y los meses y no se interviene puede terminar estrangulándose", apunta en conversación con este diario. Es cierto que cuando ven que un caso no oncológico puede ir a peor, lo meten bajo la categoría de preferente. Sin embargo, a veces es difícil hacer esa distinción. "Muchas veces no sabes cuál va a complicarse con el paso del tiempo", comenta.
El problema en el que se han convertido desde hace años las listas de espera radica en la enorme diferencia que existe entre las entradas y las salidas. El pasado mes de febrero, por ejemplo, se logró sacar de la de primera consulta con el especialista a casi 448.000 personas, pero llegaron algo más de 489.000. Y así, mes a mes, engorda. "Es necesario gestionar todo eso. Y la única manera de hacerlo es con más actividad", sostiene Ortega. Eso solo puede hacerse dando un mayor impulso a la inversión. Incrementando los recursos humanos. Implantando "jornadas de tarde" en los centros hospitalarios "con plantillas independientes". En definitiva, gestionando para evitar que las listas de espera sigan tendiendo hacia un "incremento bestial".
Más allá de la falta de manos, el cirujano cree que el repunte de los últimos meses también tiene mucho que ver con la crisis sanitaria. Con una Atención Primaria colapsada durante buena parte de la pandemia, muchos pacientes que antes acudían a este primer escalón sanitario van directamente a los hospitales. "Los especialistas atendemos a más personas, lo que a su vez deriva en un mayor número de pruebas encargadas", reflexiona el cirujano. Pero no solo eso. También, dice, está "aflorando" de golpe mucha patología que la crisis había enterrado. "Pacientes que se aguantaban en casa y que ahora están saliendo al tiempo que el miedo a ir al hospital va disminuyendo", señala.
En el programa electoral para las elecciones del 4M, un PP encabezado por Isabel Díaz Ayuso prometía reducir a la mitad las listas de espera en la sanidad madrileña. De hecho, los presupuestos regionales para 2022 fijan como objetivo "desarrollar y extender la actividad quirúrgica de tarde". Y pusieron sobre la mesa una partida de 65 millones de euros para reducir las listas de espera, unos fondos que, dicen sindicatos y asociaciones profesionales, nunca llegan a gastarse totalmente. "Actualmente, cada hospital está revisando su situación con el fin de reforzar la actividad extraordinaria a realizar para que se produzca la menor demora posible", señalaban a finales del año pasado desde el Ejecutivo regional. Es lo que Ortega califica como "peonadas": todo el mundo se pone a operar o hacer pruebas a destajo para intentar aligerar las listas.
Pero eso no es más que un parche. "¿Por qué no se dedica ese dinero en aumentar los recursos humanos?", se pregunta. Es la única fórmula, dice, para arreglar de una vez un problema que la sanidad madrileña lleva arrastrando desde hace años. Y del que también se beneficia el sector privado. "Es un negocio, porque lo que se hace en muchos casos es derivar esas listas de espera a los hospitales privados. Y eso es lo que más duele".