EL PAÍS: Enfermos. Pacientes que tosen. Salas de espera llenas. Usuarios ingresados en un pasillo. Explicaciones que suenan a disculpas sinceras: “Tenemos todos los boxes llenos, lo siento”. Esperas largas. Cansancio de unos. Frustración de otros. La epidemia de gripe ha recuperado este año escenas muy similares a las que se veían en los hospitales antes de la pandemia. Una vez superada la covid como virus dominante, el sistema sanitario ha dado señales de regresar al punto de partida: “Hay un sentimiento de día de la marmota. Se piden cambios que no llegan y seguimos donde estábamos”, entiende Mireia Puig, presidenta de la Societat Catalana de Medicina d’Urgències i Emergències (SOCMUE). La evolución demográfica, señala la experta, va mucho más rápida que la transformación del sistema: la sociedad es cada más vieja y necesitará más atención asistencial. “Cada invierno será un poco peor porque el contexto siempre será un poco peor. Así estaremos año tras año un poquito más llenos”, avisa.
Aún es pronto para cuantificar el impacto global de la gripe en Cataluña. Los expertos admiten que quizás lo peor ya ha pasado, aunque la vuelta al cole en un año en el que los niños han sufrido altas tasas de contagios obliga a ser prudente. “Parece que los últimos días hemos estado un poco mejor, pero está siendo un año complicado”, analiza Toni Trilla, epidemiólogo del hospital Clínic. “Mi impresión es que no ha sido una temporada especialmente grave a nivel individual, pero sí con muchos casos. Y cuando ocurre, todo se satura y vemos a la gente en los pasillos de urgencias. Es la normalidad que no debería ser normal”, añade Trilla. Jordi Cruz, presidente del sindicato Metges de Catalunya, habla de “colapso”. “Hemos tenido que ofrecer servicios indignos”, asegura. El consejero de Salud, Manel Balcells, negó la semana pasada el colapso o la saturación. “Hay presión asistencial”, defendió.
“Ver a los pacientes en los pasillos es la normalidad que no debería ser normal”, admite un epidemiólogo
Hay diversos factores que pueden explicar por qué se ha vuelto a llegar aquí: la convivencia de varios virus, la tensión crónica del sistema y las fricciones de los profesionales, entre otros. “La incidencia de la gripe ha sido como mínimo similar a los años prepandémicos, pero esta temporada se le añade la covid”, recuerda Puig. “Es un virus más que tenemos que tratar en urgencias, donde siempre se está al límite. A la que hay una sobrecarga, las urgencias se saturan”, añade.
La presidenta de la SOCMUE pide que las urgencias sean “más atractivas” para los profesionales. “Somos los últimos de la fila”, lamenta, y asegura que los profesionales acaban “extenuados” por el ritmo que se puede alcanzar en estas unidades. “Un profesional sanitario de urgencias tendrá jornadas mucho más extenuantes y con menos descansos; y conciliará con más dificultades que en otras unidades”. Y la falta de manos, dice, ha llevado a deshacer las vacaciones de algunos profesionales. “Somos muy vocacionales. Aquí nadie se coge una semana seguida en estas fechas porque sabemos lo que pasa”, dice.
La alta demanda asistencial también ha obligado a reprogramar intervenciones en al menos cuatro hospitales catalanes, aunque Salud aseguró que la afectación fue baja. “En situaciones agudas las necesidades de la población son diferentes y tienes que dejar de hacer aquella actividad no urgente. Es una solución que no nos gusta, pero hay pocas alternativas”, analiza Puig. ¿Qué otras vías existen? La presidenta del SOCMUE aboga por potenciar los hospitales intermedios. “Tienen que ganar peso en los circuitos para que el sistema absorba toda la demanda. Lo que ocurre es que quizás la retribución no es la suficiente para crear equipos profesionales que asuman esta carga”. El futuro no parece esclarecedor, a ojos de Trilla: “No tiene aspecto de mejorar. No sé qué podremos hacer. Aumentar los recursos en invierno está bien, pero en los picos es insuficiente. El sistema está siempre al borde de la saturación”, considera.
Algo sí parece haber cambiado en los hospitales. El miedo a lo desconocido ya no existe. “Durante la pandemia la gente con patología no urgente no venía al hospital porque tenía miedo a la covid”, interpreta Cruz. “Ahora sí que vienen y añaden carga asistencial”. En el hospital de Mataró, donde ejerce, de las 300 visitas a urgencias habituales al día se ha pasado “a unas 400″.
A la saturación del sistema se añade la relación de la población con el virus. Tras años sin un gran pico de gripe, ¿existe la posibilidad de que la población esté menos protegida contra el virus? “Si en los últimos años nos hemos contagiado menos, quizás estamos menos protegidos porque nuestro sistema está menos entrenado”, responde Trilla. “Es el concepto de deuda inmunitaria”, concreta, lo que explicaría por qué las tasas de infección han sido tan altas en niños de menos de cuatro años (338 casos por cada 100.000 habitantes, el doble de la media) que han convivido más con la covid que con la gripe. “No están entrenados contra la gripe, diríamos, y se han contagiado más”.
El epidemiólogo cree que ha existido cierto “cansancio” a la vacuna para explicar la baja inmunización entre los colectivos vulnerables. Pero admite que quizás los sanitarios y la administración no han sido suficientemente “persuasivos”: según el último informe del Departamento de Salud publicado el pasado martes, el 46,5% de la población diana está vacunada contra la gripe, un registro inferior al de 2022 (52,4%), 2021 (55,6%) y 2020 (53,8%).
La epidemia ha coincidido con una época de reivindicaciones laborales tras el nuevo acuerdo salarial de los profesionales del Institut Català de la Salud. Una parte de las enfermeras convocó una huelga indefinida (actualmente su seguimiento es residual, pero el sábado salieron a la calle unas 3.000 personas para reclamar mejoras) y los responsables sanitarios admiten cierta frustración. “Hay un sentimiento del día de la marmota”, entiende Puig. “Se reclaman cambios de calado, como la autodeclaración responsable para las bajas o la autogestión de los profesionales, pero es extremadamente lento. Y en el fondo estamos en el mismo sitio”. Trilla coincide con el diagnóstico: “Siguen en fase de cansancio o de recuperación postpandemia. Hay mucho lío sindical y laboral, y ello hace que todo el mundo no esté en la mejor disposición de afrontar una situación complicada. Existe un desencanto y la percepción de volver a estar con lo mismo”, cierra.