PÚBLICO: En la puerta del Hospital Xeral de Vigo empiezan a apiñarse los vecinos un cuarto de hora antes de las 20 horas. En una esquina de la puerta del servicio de Urgencias dos enfermeras fuman un cigarrillo mientras miran a los manifestantes que un rato después empezarán a marchar por las calles de la ciudad, igual que en otras 13 localidades gallegas-las siete ciudades y las villas con hospital.
Las mujeres, de bata blanca, están cubriendo los servicios mínimos, que en Urgencias rondan el 100%, y su turno no termina hasta las 22.00, así que no asistirán a la marcha. De poder, lo harían. "La gente está muy quemada", dice una, y espira el humo. Decenas de miles de manifestantes desfilaron por las ciudades gallegas mostrando que comparten el sentimiento, 40.000 solo en Vigo, según la Asociación Galega para a Defensa da Sanidade Pública
Las trabajadoras enumeran durante su pausa algunos de los recortes con los que se han venido enfrentando en los últimos tiempos, que dan la medida del enfado acumulado entre los profesionales públicos del sector. "El material que tenemos no es malo, es peor, ni el de las curas vale", dice una. "Y el personal una mierda. El otro día estaba de Urgencias y tuve que subir a planta porque estaban dos enfermeras para 37 camas", añade la otra. La lista de agravios sigue con menciones al descenso en la calidad de los fármacos, incluso para los tratamientos de cáncer, y el detalle del día: los jefes mandan que se realicen traslados de enfermos a pesar de que se estén cubriendo solo servicios esenciales. "No sigo que me caliento", termina. El caso del hospital Xeral, integrado en el Complexo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi), es paradigmático. Tras 50 años de servicio, la construcción del centro que lo sustituiría se viene demorando por los problemas de financiación de la obra, que en un principio se iba a construir con capital público antes de que el Gobierno de Alberto Núñez Feijóo decidiese optar por dar entrada al sector privado.
La segunda jornada de huelga volvió a ser un éxito, con porcentajes de seguimiento superiores al 80% entre los facultativos, llegándose al 90% en algunas áreas, según los datos del sindicato corporativo de los médicos Cesm-Galicia que ofrece su presidente, Cándido Andión. "Que sepamos no ha habido incidencias, y la actitud de los pacientes ha sido ejemplar", indica. La reacción de la Xunta ha sido la de restar relevancia a la convocatoria y rebajar las cifras de seguimiento, que fijó en el 22% para el turno de mañana y en el 23% para el de la tarde, en un cálculo que no descuenta al personal que está cubriendo servicios mínimos, que se fijaron en torno al 40% de media, para escándalo de los sindicatos. Aún con esta salvedad, el porcentaje de asistencia fue mayor que el ofrecido el lunes.
"Pueden decir que somos exagerados y que vemos peligro donde no lo hay, pero hay evidencias de que hay un proceso de privatización larvada", insiste Andión. "Es una situación inédita y ha quedado clara la voluntad de la gente de oponerse a este proceso", señala por su parte Manuel Martín, presidente de la Asociación Galega para a Defensa da Sanidade Pública. La concienciación entre los médicos, el sector tradicionalmente más reticente a la movilización, sorprende hasta a los propios. "No recuerdo una huelga a la que fuesen tantos", señala un facultativo con más de 20 años de trayectoria en un hospital público de Pontevedra.
En las calles de Vigo se repitió el griterío habitual de las manifestaciones contra los recortes, a pesar del frío y la noche. Se corearon consignas contra el PP como "Esto nos pasa por un Gobierno facha" o "¿La culpa de quién es? De los que votan al PP", aunque lo más repetido fue el "No, no no, a la privatización". Al frente, la cabecera portaba una pancarta con el lema "Por la sanidad pública. Que no hagan negocio con tu salud". El paseo continuó animado con comentarios ocasionales entre los participantes, alguno más exaltado que otros. "Lo que habría que hacer es como en Ucrania, coger todos y...", propuso un joven con gorro a sus compañeros, al tiempo que braceaba en el aire. Tras discurrir por la Gran Vía y la Calle Urzaiz, la manifestación desembocó en la Puerta del Sol viguesa.
"Esto no es una huelga política, es una huelga contra las políticas sectarias del PP", concluye Manuel Moreira, portavoz local del sindicato CIG-Saúde. Ahora toca esperar a la reacción de la Xunta, y ante la posibilidad de que el Gobierno gallego no atienda a las señales que llegan desde la calle, Andión avisa: "Allá ellos. Si creen que esto se va a quedar aquí, se van a llevar una sorpresa", adelanta.