PÚBLICO: María llevaba tiempo con dolor abdominal y náuseas. Será que algo me ha sentado mal, pensó, y no le dio muchas vueltas. Días después tenía problemas para dormir y cansancio. Cuando fue al médico de cabecera le recetaron ansiolíticos coincidiendo con una mala temporada que estaba viviendo. Tómalo unos días y si sigues encontrándote mal, vuelves a verme. Pero no dio tiempo, porque varios días después sufrió un infarto. Por suerte pudieron reanimarla y salvar su vida. Muchas no llegaron a tiempo, una de ellas fue mi abuela. Sufrió un infarto mientras viajaba en tren y allí mismo falleció. Muchas veces pienso en ella y en tantas otras que no fueron atendidas a tiempo, abandonadas a su suerte por la medicina y la sociedad patriarcal. A día de hoy todavía asociamos infarto con dolor en el brazo y en el pecho porque es como se ha plasmado en películas o como se ha ido trasladando de generación en generación. Sin embargo, los síntomas son distintos en mujeres y en hombres y existe una enorme diferencia de género en la medicina que posibilita estas desigualdades.
Estos sesgos de género en la medicina, la falta investigación y diagnóstico diferencial entre hombres y mujeres imposibilita la prevención de muchas dolencias. También en la pandemia. La última ha sido con la vacunación contra la covid. Tal y como cuenta aquí la compañera Marisa Kohan, las mujeres manifiestan haber sufrido el 80% de los efectos adversos a la vacuna notificados oficialmente.
Nosotras solemos reportar más efectos secundarios en las vacunaciones, porque tenemos un sistema inmunitario muy diferente al del hombre, algo que comprobamos también en la mayor número de mujeres que tenemos enfermedades autoinmunes (en proporción de nueve a uno) como el lupus, esclerosis múltiple y la artritis reumatoide.
Esta vez las redes jugaron a nuestro favor. Una avalancha de comentarios de mujeres en Instagram visibilizaron la desigualdad que existe entre hombres y mujeres en el campo de la ciencia y la medicina. La matrona y sexóloga Laura Cámara lanzó una encuesta en la que preguntaba a sus seguidoras de Instagram sobre si habían notado cambios en su ciclo menstrual tras la vacunación. Cuál fue la sorpresa, que miles de mujeres reportaron la sintomatología que habían sentido en torno al ciclo menstrual.
"A mí, tras un año y medio sin regla, con menopausia precoz, me ha venido una hemorragia y mucha fatiga tras la segunda de Pfizer. Sé de muchas amigas que han tenido trastornos también", decía una de las encuestadas. "Mi madre con casi 5 años sin menstruación , al ponerle la segunda dosis de Astazeneca le ha vuelto a bajar la regla, está muy asustada porque además tiene miomas", decía otra de ellas. 2.800 mujeres expresaron sus síntomas tras la vacuna, mayoritariamente con Pfizer y sin tomar anticonceptivos hormonales ni con patologías hormonales. Más de la mitad de ellas sí habían notado algo distinto en su ciclo menstrual.
No se tratan de efectos graves, pero sí es necesario poder registrar las alteraciones menstruales, igual que se registra el cansancio o el dolor de cabeza. La ciencia nos deja fuera y los estudios lo aseguran. Es el caso de este realizado por Sabine Oertelt-Prigione, y publicado por la revista Nature Communications en el que se ha desvelado que tan sólo el 4% de las investigaciones científicas sobre la covid-19 analizaban claramente la variable sexo o género. No tener en cuenta la cuestión de género pone baches a la hora de reducir la desigualdad en la atención médica, fomentar acciones preventivas y modular el curso de la infección y el acceso farmacológico.
Las mujeres debemos hablar de lo que nos pasa, ya sea a través de las redes, entre amigas, en nuestro entorno y también en las visitas médicas. Callarse lo que nuestro cuerpo nos trata de decir es una manera de no avanzar hacia una igualdad real. Denunciar lo que nos ocurre a viva voz es nuestro derecho y compartirlo un acto revolucionario por nosotras mismas y por todas las demás. Nos enseñaron a vivir calladitas, en silencio, no mostrar nuestros miedos, dudas, dolores, tragedias, tan solo aguantar y soportar en silencio. Es momento de no seguir calladas y poner voz y nombre a nuestras patologías.
Necesitamos una medicina con perspectiva de género, que recoja y acoja las realidades de las mujeres. La sintomatología de las mujeres por el hecho de ser mujeres tiene la misma importancia que la de los hombres y hay que tenerla en cuenta de un modo diferencial, es decir, tener en cuenta que las mujeres tenemos la regla o no. Nosotras como personas menstruantes tenemos todo el derecho a que se nos diagnostique, se nos trate y se nos visibilice. De momento, animo a todas las mujeres a notificar estos u otros efectos adversos que considere que están provocados por esta vacuna. Si la ciencia no nos escucha, gritemos hasta que se nos escuche y dé el mismo valor que a los hombres.