PÚBLICO: El hospital comarcal de Valdeorras, en O Barco, una localidad de 13.000 habitantes en el sureste de la provincia de Ourense, fue inaugurado hace 50 años y hasta hace un decenio contaba con más de 400 trabajadores: médicos especialistas, farmacéuticos, psicólogos, enfermeros, celadores, personal de cocina, limpieza, lavandería, cafetería... Hasta había un sacerdote incluido en el cuadro de personal del centro.
Desde el 2010, al año siguiente de la llegada de Feijóo a la Xunta, el hospital, que cubre una población de 32.000 personas de O Barco y el resto de municipios de la comarca, ha ido sufriendo un lento proceso de pérdida de recursos materiales y humanos. Ha quedado en una "situación desastrosa", según una moción aprobada hace dos meses por el pleno municipal de la localidad, gobernada por el socialista Alfredo García.
La moción, presentada por el BNG, advertía de que el proceso de desmantelamiento se había iniciado con la reforma sanitaria de Feijóo, que eliminó la autonomía de los hospitales comarcales y los hizo depender de la gerencias de los grandes centros. En el caso del de O Barco, pasó a depender de la gerencia del área sanitaria de Ourense, a cuya cabeza Feijóo había nombrado un año antes, y sólo dos meses después de ganar sus primeras elecciones autonómicas, a su propia prima, Eloína Núñez Masid, exconcejala del PP en la capital provincial.
"Servicios clínicos que antes tenían cuatro profesionales, como cirugía, hoy están reducidos a uno sólo; traumatología ha pasado de tres a uno, y otros como urología y cardiología, que tenían plaza presupuestada en el hospital, se han quedado sin nadie. Dermatología también ha desaparecido", asegura Suso Vilasánchez, concejal del BNG y autor de la moción, que señala además que se han perdido, o están sin cubrir, cuatro plazas de jefaturas médicas, dos plazas de coordinación de personal no facultativo y las direcciones de gerencia, gestión y enfermería.
Esas carencias provocan que los pacientes que ya no pueden ser atendidos en el hospital deban desplazarse hasta Ourense, a una hora y tres cuartos por una carretera infame y con un transporte público deficitario. De hecho, el pasado verano se quedaron sin facultativos disponibles para acompañar en el traslado a Ourense, como es preceptivo en las ambulancias medicalizadas, a enfermos afectados por accidentes cardiovasculares o reacciones alérgicas graves que requerían atención urgente y no podían ser tratados en O Barco.
"Muchas veces el paciente grave debe esperar varias horas a que vengan a buscarlo desde Ourense al hospital, e incluso se dio un caso en el que el enfermo salió en la ambulancia sólo con personal de enfermería con la intención de encontrarse a medio camino con la ambulancia que traía al médico desde Ourense", añade el edil nacionalista.
Hace dos semanas, más de 4.000 personas se manifestaron en el pueblo protestando por la situación del hospital y en defensa de la sanidad pública. Haciendo una proporción con la población de la comarca de Vigo, sería algo así como si en esa ciudad, la más poblada de Galicia, salieran a la calle 60.000 personas. O más de 950.000 en Madrid.
Los manifestantes de O Barco denunciaban que los recortes de la Xunta dan lugar a situaciones surrealistas, que serían hilarantes de no ser porque están en juego sus vidas y su salud. Hace menos de dos meses, el Servicio Galego de Saúde (Sergas) citó en el hospital para diciembre del 2022 a una mujer de 90 años para retirarle una escayola por una fractura de muñeca. La Xunta lo atribuyó entonces a un error, pero quienes consideran que el Gobierno de Feijóo está desmantelando el hospital lo atribuyen a un problema estructural.
Aseguran que las guardias de radiología se hacen "a distancia", es decir, que el técnico hace las pruebas que luego se envían a Ourense para que sea un galeno de allí quien las interprete, y que, en el caso de los TAC y mamografías de consultas externas y atención primaria, se envían a un centro privado de León, donde son médicos de esa comunidad autónoma los que diagnostican e informan a los pacientes de su resultado.
La retahíla de efectos de los recortes sigue: ya no hay facultativos de medicina preventiva ni de admisiones y el servicio de rehabilitación también se ha quedado sin especialistas propios, por lo que los enfermos tienen que esperar a que el Sergas los envíe desde otros hospitales. Lo mismo sucede para cubrir buena parte de las guardias de cirugía, traumatología y pediatría, que dependen de que se envíen especialistas de otros centros.
"Casi todas las especialidades del hospital de Valdeorras son deficitarias, y las pocas que no lo son llevan treinta años sin aumentar personal, cuando lo cierto es que la demanda sí ha aumentado", explica Víctor Pariente, celador del centro y miembro de su Junta de Personal por UGT y ex secretario general del sindicato en la provincia.
Pariente: "Allí les envían lo que Ourense desecha"
Pariente asegura que el "desprecio" por el hospital de O Barco llega al punto de que, en vez de renovar el material, allí les envían lo que Ourense desecha. Desde las bandejas de comida a las camas. "Por eso aquí los colchones bailan: son de 1.80 y las camas que nos mandaron de Ourense, de 1,90". Añade que los recortes impiden al centro desarrollar servicios adecuados a las necesidades sanitarias de la población, como el de neumología, en una comarca donde la actividad de la minería de pizarra ha provocado que abunden los casos de silicosis y enfermedades respiratorias asociadas.
La Xunta, por su parte, niega la mayor. Fuentes del Sergas, que depende de la Consellería de Sanidad que dirige Julio García Comesaña, aseguran que es mentira que el centro esté siendo desmantelado, y apuntan la dificultad para encontrar médicos que quieran ir a O Barco, a pesar de que les ofrecen contratos indefinidos y puntos extra de cara a las oposiciones.
También justifican que el envío esporádico de profesionales desde otras áreas sanitarias responde a la estrategia de "concebir los recursos del Sergas como un único hospital, en el que los distintos centros se apoyan para garantizar la cobertura sanitaria de todo el territorio" de Galicia.
Así, el Sergas sostiene que con ese sistema de gestión garantiza que estén "al 100%" en O Barco servicios como hematología, otorrinolaringología, oftalmología, psiquiatría y microbiología; que en digestivo haya dos nuevos cirujanos y en urgencias, un galeno y dos enfermeros más; que en ginecología espere pasar de tres a cinco médicos, y que desde la puesta en marcha de la gestión integrada se hayan incorporado consultas en reumatología, neurología, digestivo, endocrinología...
La última actuación de la Xunta en ese sentido ha sido acordar con los jefes de servicio de traumatología del resto de hospitales de Galicia un sistema para que personal de toda la comunidad rote y cubra tanto la atención ordinaria como las guardias de Valdeorras, que hoy sólo cuenta con un traumatólogo que está de vacaciones porque tiene que consumirlas antes de que acabe el año.
Esa estrategia de "parches" no convence a quienes insisten en que el hospital de Valdeorras ya no puede considerarse un hospital. Como Orlando Saavedra, el primer gerente del centro y hoy concejal del PSOE en O Barco.
"En los hospitales comarcales se cree o no se cree. Y si quien los dirige no cree en ellos, es muy difícil que salgan adelante. Un hospital comarcal no puede tener determinados servicios porque no va a poder contar con profesionales para cubrirlos, pero lo que sí tiene que tener es autonomía. Porque si no, el hospital grande siempre acabará comiéndose al pequeño", añade.
Este mismo lunes, la plataforma SOS Sanidade envió un comunicado en el que reclama al Sergas que reinstaure y dote de personal los servicios "que fueron desmantelados total o parcialmente por la administración del PP" con recortes "responsables del incremento de las listas de espera y que agravan las enfermedades y los riesgos de muerte evitable".
Mientras tanto, la carrera profesional y política de Eloína Núñez Masid no ha dejado de crecer: hace cuatro años fue aupada a la gerencia del área sanitaria de Santiago, y su primo acaba de incluira en el Comité Ejecutivo del PPdeG en el congreso que la formación celebró el verano pasado.