Cadena SER: “Soy enfermera de uci. Un año separan estas dos imágenes. Creo es evidente el cambio exterior. No os imagináis el interior. (…) ¿Cómo hemos podido olvidar tan pronto y normalizar lo que nunca debió de ser normal? Solo ha pasado un año. De héroes a villanos. Duele el pecho. Mucho”. Así se expresaba ayer en su cuenta personal de Twitter Víctor Aparicio, enfermero de UCI en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Junto al hilo, dos imágenes. Una de Víctor hace un año, antes de la pandemia. La otra, de esta semana. Entre las dos se aprecia un evidente deterioro físico.
En los últimos meses, Víctor ha llevado a cabo una activa campaña en los medios denunciando la precaria situación de los profesionales sanitarios en Madrid. Lejos de conseguir mejorarla, ahora está siendo investigado por la dirección del hospital. “Lo que más me impresionó de la foto de hace un año fue la barba, que ahora la tengo mucho más blanca y poblada”, explica Víctor, “es increíble lo que el estrés y la ansiedad pueden hacer en el cuerpo”.
Sin embargo, tal y como anticipaba en su hilo, lo que más se deteriora es el interior. “Hay estrés, hay ansiedad, hay desesperación. Hay gente que se ha refugiado en el alcohol o en las drogas, y gente que se ha quedado por el camino”, lamenta Víctor. Estas secuelas, en su opinión, tienen una causa clara: “Es doloroso ver cómo se ha manipulado nuestra vocación, disfrazándonos de héroes y heroínas”. Porque, según ha contado en ‘La Ventana’, la vocación no alcanza las condiciones en las que trabajan los profesionales como Víctor: “La sanidad ya estaba herida, y nos ha pasado la pandemia por encima. En Europa la media de enfermeras por habitantes es de 14 por cada 1.000, aquí es de 5’8”.
Esta conjunción de factores ha hecho mella en los sanitarios. Víctor asegura que ha vivido este año con “soledad, incomprensión y agresividad”. “En el confinamiento teníamos claro que lo más importante era cuidar la salud. Salíamos a aplaudir a los balcones. Ahora todo eso se ha perdido y se ha difuminado”. En su caso, nunca creyó aquello de que íbamos a salir mejores de todo esto. “Yo viví el confinamiento en una UCI. Estábamos solos. Todo estaba viejo y manga por hombro”, añade Víctor, quien echa de menos “algo de autocrítica por parte de los políticos y la gerencia de los hospitales”.
Sin embargo, explica Víctor, la pandemia únicamente ha dejado al descubierto las costuras de una problemática que ya llevábamos años arrastrando: “La gestión de la sanidad en Madrid siempre ha sido paupérrima. Y falta solidaridad. La gente se moviliza por un rapero o para ver al autobús del Atleti, pero no por las enfermeras, que nos estamos jugando la vida”. Por todo ello, Víctor asegura que abandonaría si pudiera: “Estamos agotados, y yo no querría que me atendiese alguien agotado. Me enerva ver cómo nos utilizan, nos desmiembran, y nos lanzan de un lado para otro. Me hiere mucho”.