PÚBLICO: En una pequeña habitación del Hospital de la Princesa de Madrid lleva 34 días encerrado en defensa de la sanidad pública el enfermero Juan Antonio Recio. Pese a la lesión medular que le apartó de la profesión en la que trabajó durante más de una década, no dudó ni un segundo en emprender una huelga de hambre contra "la precarización", por parte de la Comunidad de Madrid, de lo que considera "un derecho y un pilar fundamental para el progreso de la sociedad" porque "no podemos tolerar que nos roben la salud, es lo único que tenemos".
La aplicación del euro por receta y el pago del servicio de ambulancias fueron las gotas que colmaron el vaso para Juan A. Recio. El pasado 21 de diciembre, el ex enfermero y otros de sus compañeros, comenzaron esta forma de protesta porque creyeron que sería la medida más "activa, pacífica y honesta de todas". Y aunque es el único de ellos que ha resistido a la estricta dieta de agua, sal, limón y sirope de arce, piensa seguir adelante para comprobar "hasta qué punto les da igual la vida de una persona que defiende el derecho a la sanidad".
Agradece la solidaridad de sus colegas de oficio y de todas las personas que han estado a su lado todo este tiempo. Sin embargo, reconoce que no todo ha sido un camino de rosas y que ha pasado por momentos muy duros. Tanto es así que está dispuesto a denunciar ciertos tratos intimidatorios que asegura haber sufrido por parte de la directiva del hospital. "Me tienen sometido a un régimen cuartelario de visitas. Desde el primer día, han estado impidiendo entrar a mis familiares y amigos. Hasta que protesté y ahora sólo me permiten que pasen de dos en dos".
También acusa a la cúpula del centro de haber desarrollado una política silenciadora contra su causa. "Se han pasado días enteros retirando de la entrada los carteles que hablaban sobre nuestras protestas. Incluso, cuando se acercaban los medios a preguntar por mí negaban que existiera alguien con ese nombre y menos aún en huelga de hambre. 'Menudos bocadillos se debe meter este', decían".
"He tenido que hacer mis necesidades en una botella. Presentaré una querella por la vulneración de los derechos fundamentales"
Pero, sin duda, el momento más crítico para él fue cuando le cerraron el baño de minusválidos que se encuentra cerca de su habitación. "He tenido que hacer mis necesidades en una botella de plástico. Debido a mi enfermedad, no podía desplazarme hasta el que está en el extremo opuesto del hospital y menos cuando a las once de la noche apagan las luces". Un hecho contra el que sus abogados están estudiando presentar una querella criminal por la vulneración de los derechos fundamentales y sindicales.
Puede que el accidente de tráfico que le dañó la columna vertebral le complique la movilidad de su cuerpo, pero lo que está claro es que no le paraliza el ánimo ni las fuerzas para seguir adelante. La firmeza de sus palabras cuando dice que "continuará hasta que le aguante el cuerpo" contrastan con la humildad con la que asegura que no quiere ser "ni un héroe ni un mártir, sólo un ciudadano más que pelea por recuperar los servicios por los que nuestros padres y abuelos trabajaron durante años. Es una vergüenza que nos lo roben para vendérselo a empresas imbricadas con personas del Gobierno del Partido Popular", concluye con rotundidad.