EL PLURAL: A la hora de enfrentarse a un cáncer el estado físico que presenta el paciente en el momento del diagnóstico juega un papel clave de cara al tratamiento y a la propia enfermedad. Su importancia es mayor, incluso, si se trata de personas mayores. Lo saben bien en el Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid. A él llegan, desde el Servicio de Hematología buen número de pacientes con enfermedades oncológicas como linfoma, mieloma múltiple o leucemia linfática crónica, para que se valore su estado físico.
“Determinamos si este es ‘robusto’, es decir, que el paciente está en forma y tiene muy buena reserva funcional, o ‘frágil’, lo que supone que tienen un leve deterioro de esa reserva funcional”, aclara la Dra. Cristina González de Villaumbrosia, jefa asociada del Servicio de Geriatría del centro.
A los pacientes frágiles se les realiza lo que se denomina “prehabilitación”. Se les prescribe una serie de medidas, centradas, fundamentalmente en la práctica de ejercicio físico y en recomendaciones nutricionales. “Se les dan unas pautas y una tabla de actividades que les sirva de guía para mejorar su condición física, de manera que tengan una mayor tolerancia a los tratamientos quimioterápicos y una mejor evolución de su enfermedad”, precisa esta especialista.
Pero este hospital, además, ha decidido dar un paso más allá y monitorizar la actividad que realizan. “Hasta ahora no hacíamos un seguimiento, y teníamos la percepción de que no se cumplían mucho las recomendaciones”, reconoce la Dra. González de Villaumbrosia.
Para hacerlo posible, el centro facilita a aquellos pacientes con enfermedades oncohematológicas y edades superiores a los 70 años que así lo autoricen una pulsera de actividad (wearable). Este tipo de dispositivos se emplea ya en algunos ámbitos de la medicina, como en la rehabilitación cardiaca, pero hasta ahora nunca se habían utilizado en Geriatría, “donde no solemos monitorizar la actividad física”, apunta esta médico.
De este modo se puede realizar un seguimiento individualizado de los pacientes y “mejorar la adherencia a la prescripción de ejercicio físico que se les pauta desde el hospital”, recalca.
La consulta de Geriatría suele coincidir con el inicio del tratamiento con quimioterapia, por lo que se entrega el dispositivo durante un periodo de seis meses.
Durante ese tiempo, una enfermera de este servicio realiza un seguimiento en remoto desde el hospital, incorporando todos los datos que aporta el dispositivo, principalmente, el número de pasos y las horas de sueño.
Esta información se completa con la obtenida mediante supervisión telefónica. “La enfermera de Geriatría llama periódicamente a los pacientes para ver cómo se encuentran, y les pregunta si están realizando los ejercicios de la tabla de gimnasia, ya que estos no se pueden medir con la pulsera” aclara la Dra. González de Villaumbrosia.
A aquellos que están cumpliendo con la pauta se les anima a seguir por el mismo camino, se motiva a quienes no andan lo suficiente y se indaga en qué problemas están teniendo.
Del mismo modo, en caso de que el paciente comente alguna circunstancia que requiera valoración médica, se le cita presencialmente con el especialista.
El seguimiento incluye, además, y de forma paralela a las revisiones con el hematólogo y la enfermera de Oncología del Hospital de Día, una revisión presencial trimestral, pero si en ese tiempo la enfermera de geriatría detecta algún signo que requiera atención médica se hace una valoración del mismo.
“La colaboración con los hematólogos es muy estrecha y fundamental para la toma de decisiones sobre el paciente”, recuerda esta geriatra.
Desde que se puso en marcha el programa, la experiencia ha sido más que favorable.
“Las sensaciones que nos van transmitiendo son muy positivas. Nos cuentan que se encuentran mejor con la realización de algo más de ejercicio físico del que estaban acostumbrados, y se sienten mucho más ‘supervisados’ y seguros al saber que se les va a llamar y pueden contar cualquier incidencia”, subraya la Dra.González de Villaumbrosia.
En este sentido, destaca la importancia del papel de la enfermera de Geriatría, “figura clave y alma de este proyecto, en particular, y de una asistencia geriátrica de calidad, en general”.
El proyecto de la monitorización del ejercicio físico de los pacientes oncohematológicos del Hospital Universitario Rey Juan Carlos está incluido dentro de la iniciativa global ‘Oncología geriátrica en adultos mayores con linfoma: hacia un nuevo modelo de terapia personalizada’, impulsada por este centro y la Fundación Jiménez Díaz, que cuenta con la financiación de una beca de Pfizer.
El centro de Móstoles “ha empezado de avanzadilla”, apunta la Dra. González de Villaumbrosia, pero pronto le seguirá la FJD.
Asimismo, la iniciativa se suma a otros importantes programas de este mismo servicio como el del ‘Paciente Frágil’, encaminado a evitar el deterioro funcional en las personas mayores que son hospitalizadas en los Servicios de Medicina Interna y Geriatría o el ‘Programa de Geriatría de Enlace’ que conecta el centro con las residencias del área de salud en la que se encuentra el hospital. “Los residente, en lugar de acudir a las consultas externas son visitados por el geriatra y la enfermera, y a través de la e-consulta, se ajustan los tratamientos, se solicitan las citas y se hacen trámites”, resume esta médico, que recuerda que en su especialidad es clave trabajar con otras disciplinas médicas para atender al paciente y humanizar su cuidado.
Otro ejemplo de esto son la Consulta de Oncogeriatría, que trabaja con los servicios de Oncología, Ginecología y Urología para hacer una valoración del estado físico del paciente de cara a analizar las opciones terapéuticas, y la Unidad de Ortogeriatría, en la que Geriatría y Traumatología atienden de manera conjunta a los pacientes ingresados con fractura de cadera.