PÚBLICO: Si los albañiles tratan de pasar a la posteridad dejando un garabato en el cemento fresco de la obra, el cirujano orgulloso de su trabajo no puede por menos que estampar la firma en un trasplante hecho con finura.
Esto debió de concluir Simon Bramhall, cirujano inglés de 53 años, que remató sendos trasplantes de hígado estampando sus iniciales en los respectivos hígados de dos pacientes. El galeno utilizó un láser de argón para dibujar las letras “SB” en los hígados recién trasplantados a dos pacientes durante 2013. Total, ahí nadie lo va a ver, debió de pensar el tunante.
Craso error. Un segundo cirujano descubrió una de las firmas -de unos cuatro centímetros de tamaño- en una revisión posterior y tomó una foto con su teléfono movil. Esta imagen fue utilizada como prueba en el juicio que Bramhall acaba de tener en el Reino Unido y por el que ha sido condenado a pagar una multa de 10.000 libras y a cumplir 120 horas de trabajos comunitarios.
Durante el juicio, el cirujano reconoció que el gesto fue una “tontería” con la que pretendía “reducir la tensión en el teatro de operaciones”, siendo la rúbrica totalmente inocua para el paciente. El láser de argón, que se utiliza para cauterizar las heridas en órganos internos, no afecta al funcionamiento del órgano y las cicatrices desaparecen por sí solas con el paso del tiempo.
El juez recriminó al médico actuar con “arrogancia”, “abusando de su poder y traicionando la confianza que los pacientes habían depositado en usted”. Sin embargo, admitió como atenuante que “ambas operaciones fueron largas y complicadas”, y el cansancio “pudo hacer mella en su juicio correcto”, según la sentencia recogida por The Guardian.
A raíz del escándalo, Bramhall dimitió de su puesto en el hospital. Actualmente dirige un centro especializado en el alargamiento de penes en Londres, allí donde la necesidad es imperiosa.