EL PAÍS: Es un gran alivio que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid finalmente ratificara el cese del jefe de servicio de la UCI pediátrica (UCIP) del Hospital La Paz, permitiendo la reincorporación de los médicos adjuntos de la UCIP que fueron dados de baja. Hemos vivido una situación muy difícil en los últimos meses en la cual la justicia había permitido que el jefe de servicio se reincorporara hasta en dos ocasiones, acarreando sucesivas olas de bajas de los demás adjuntos. Esto llevó al cierre completo de la UCIP del Hospital La Paz el mes pasado. Más allá del enorme impacto negativo para los pacientes pediátricos de Madrid y para las subespecialidades del hospital, es imposible que esto no suscite en mí emociones y recuerdos a nivel muy personal.
Fue en el año 2014, siendo residente de cuarto año de pediatría, cuando empecé mi subespecialidad de UCIP en La Paz. Recuerdo escoger la subespecialidad por motivos generales, entre los cuales estaba el poder ayudar a los pacientes más enfermos, pero también había motivos más personales: los adjuntos de la UCIP eran extremadamente queridos dentro del Hospital pediátrico. Además de ser buenísimos intensivistas, eran considerados grandes docentes y mejores personas. Sabía que con ellos iba a aprender no solo mucha medicina, sino cómo hablarle a un familiar que estuviera sufriendo.
Aquel año de subespecialidad fue pasando, y aprendí muchísimo. Mi motivación fue creciendo gracias a ese increíble equipo de adjuntos que me inspiraba a ser mejor médico cada día. También fue un año duro, en gran parte por la cantidad de guardias, técnicas y teoría que se les exige a los residentes en tan poco tiempo (España es uno de los pocos países donde los médicos se especializan en menos de 5 años). Había dificultades añadidas: por aquel entonces, acababa de incorporarse el nuevo jefe de servicio.
Llegados a este punto, no veo necesario entrar en detalles. Basta con decir que viví experiencias con el jefe de servicio similares a las reflejadas en artículos previos. A nivel personal acabé aquel el año emocionalmente roto, perdido y sin confianza. Recuerdo no saber muy bien qué hacer y llegar a plantearme dejar la especialidad. Fue gracias a los ánimos y consejos de varios adjuntos de ese servicio que pude levantarme y sacar fuerzas para seguir adelante. Muchos de esos adjuntos siguen siendo referencias para mí a nivel profesional a día de hoy.
Así pues, tristemente, las cosas que he estado leyendo no me sorprenden. Lo que no me esperaba es el alcance de los daños producidos al sistema. Y lleva a una inevitable pregunta: ¿Cómo puede cerrar una UCI por una sola persona? Me cuesta entender que el hospital y la Consejería de Sanidad no tuvieran (o ejercieran) un mecanismo que revisara la jefatura de servicio, quedando a merced de una sola persona y del sistema judicial. En Inglaterra la ley obliga a que los hospitales hagan revisiones anuales internas a todos los médicos y cada cinco años el colegio de médicos tiene que revalidar al médico por completo. Entre otras cosas, se pasan cuestionarios a los pacientes y al personal sanitario y se revisan las quejas. Sin ser perfecto, el sistema está diseñado para que personas con determinados comportamientos no tengan puestos de autoridad o poder.
Debe ser imposible de medir el efecto negativo que esta situación ha generado. Además del tremendo impacto a nivel asistencial, me entristece mucho pensar lo que han debido de sufrir las partes implicadas. Siempre he pensado que el excelente sistema de salud español se mantiene gracias a la entrega y el talento del personal que lo forma. Me pregunto si en esta ocasión hicimos todo lo posible para proteger a esas personas que tanto dan a nuestra sociedad. Puede que esta sea una buena oportunidad para revisar nuestros protocolos y evitar que esta situación se repita en el futuro.
Me alegro mucho de que esta situación se haya resuelto. Por los niños críticamente enfermos de Madrid, por el Hospital Universitario La Paz, y por ese grupo especial de personas que son los adjuntos de la UCI pediátrica.
Javier Álvarez es médico adjunto de la UCI pediátrica cardiaca del Great Ormond Street Hospital de Londres, Inglaterra.