EL PAÍS: Cada año, tres millones de personas mueren por fallos en el sistema sanitario, la mayoría en países en vías de desarrollo. Los esfuerzos mundiales para mejorar la seguridad de la atención de los pacientes se centran en investigación, alianzas entre centros e intercambios de conocimientos.
Errar es humano. Pero compartir y analizar fallos médicos puede evitar que una infección en una vía, una transfusión incompatible o una dosis incorrecta de un medicamento vuelvan a ser causa de muerte. Esta es la filosofía de la seguridad del paciente, un principio clave de la atención médica que impulsado por profesionales sanitarios y enfermos busca minimizar los daños que se producen en hospitales y centros de salud.
“Nadie debería sufrir daños al buscar atención sanitaria. Pero la realidad es que cada año los errores médicos afectan a uno de cada diez pacientes en todo el mundo. Dos tercios de todos los eventos adversos ocurren en países de ingresos medios y bajos", señalaba el Doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la Cumbre Anual del Movimiento para la Seguridad del Paciente, celebrada en abril en Londres.
Un estudio de esta organización centrado en 26 países de ingresos bajos y medios reveló que la tasa de eventos adversos se situaba alrededor del 8%, de los cuales el 83% se podrían haber evitado. “Nuestro trabajo es servir a los más vulnerables; cada instancia de daño al paciente es una tragedia, pero es una doble tragedia si no aprendemos de ella y tomamos medidas para garantizar que no ocurra de nuevo”, apuntaba Adhanom.
La higiene de manos es capaz de reducir las muertes por diarrea a casi la mitad, y las muertes por infecciones respiratorias en una cuarta parte
Para hacer frente a este problema de salud pública, los expertos coinciden: hay que actuar allí donde la cultura de la seguridad todavía no está afianzada. “Nos preocupan los errores médicos tanto en países industrializados como en los que están en vías de desarrollo”, indica Liam Donaldson, enviado especial de la OMS para la seguridad del paciente. “Muchos de los problemas son similares. Las infecciones contraídas en hospitales ocurren en Estados Unidos, en Reino Unido o Australia. Si miras a los países más pobres ese problema también está ahí, a veces a mayor escala. Luego se añaden otros, como el acceso a la sanidad, las limitaciones de infraestructuras y tecnologías o la escasez de personal cualificado, por lo que la dimensión de la seguridad del paciente no es la misma; por eso hay adecuarse a cada contexto y como fin último alcanzar la cobertura sanitaria universal”, explica.
En los últimos años, la OMS ha llevado a cabo alianzas entre centros sanitarios. Un hospital en Camerún trabajó con otro en Suiza. Un hospital en Chester (Reino Unido) entró en contacto con uno de Uganda. Los médicos, pacientes y familiares compartieron sus experiencias y lecciones aprendidas. “Los países industrializados no tenemos el monopolio de las buenas ideas o de la innovación. Son programas bidireccionales; aprendemos sobre trabajo en equipo, comunicación y resolución de problemas”.
Entre las medidas que han funcionado, Donaldson destaca el programa de higiene de manos. Este gesto es capaz de reducir las muertes por diarrea a casi la mitad, y las muertes por infecciones respiratorias en una cuarta parte. Otro de los retos de la OMS es reducir en cinco años a la mitad los daños graves y evitables relacionados con la medicación y detener el suministro de los medicamentos falsificados y de mala calidad.
Trabajan también en la seguridad de las prácticas quirúrgicas. Aquí, a pesar de los avances, aún queda mucho por hacer. Tal como ha publicado la British Journal of Surgery, menos de un tercio de la población mundial tiene acceso a una cirugía segura y asequible, debido a la falta de recursos y la fragilidad de los sistemas de salud. En el caso de la asistencia prenatal, por ejemplo, la mayoría de las muertes maternas son evitables. Programas como la lista de verificación de parto seguro de la OMS pueden marcar la diferencia. Esta herramienta ayuda a los trabajadores de la salud a cumplir con los protocolos de cuidado esencial durante el nacimiento de cada niño, y ya se ha implementado en Sri Lanka o Sudán.
Los programas ayudan a su vez a desterrar el concepto de culpa. “No se trata de señalar a los profesionales, sino de mejorar los sistemas sanitarios”, defiende Daniel Arna, presidente del Sistema Español de Notificación en Seguridad en Anestesia y Reanimación (Sensar), un programa de comunicación de incidentes relacionados con la seguridad del paciente durante la anestesia, que ya ha establecido alianzas con Chile y próximamente planea hacerlo con Uruguay. “Nosotros hemos instaurado una cultura no punitiva en la que se comparten los errores de forma anónima y transparente, y este método se puede implantar en otros países”, asegura.
La transferencia de conocimientos y formación específica es esencial para que los países en desarrollo puedan implementar soluciones locales. Hasta el momento, la mayoría de la información en este campo procede de economías ricas. “Por primera vez, estamos creando un programa para la detección temprana de la sepsis en países con rentas medias y bajas”, asegura Joe Kiani, presidente de la Fundación del Movimiento para la Seguridad de los Pacientes. Esta fundación sin ánimo de lucro que comenzó en Estados Unidos y ahora suma compromisos de 44 países ha detectado 18 metas para acabar con estas muertes en 2020.
Con el aumento de las enfermedades no transmisibles como diabetes, cardiopatía, derrame cerebral, cáncer o enfermedad pulmonar crónica todos los países están en el mismo barco. “Una de las cosas que aprendí cuando comencé a trabajar con proyectos relacionados con el VIH es que se pone el foco en enfermedades como el sida, la tuberculosis o la malaria y se pasa por alto el hecho de que en África subsahariana las tasas de cáncer son más o menos comparables a las de países industrializados”, indica el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, comprometido desde hace años con en esta fundación. Las enfermedades no transmisibles ya son la primera causa de muerte en el mundo, alerta, abogando por mayores proyectos de investigación para instaura protocolos y mejorar la atención médica.
“Es fundamental marcar objetivos internacionales, tenemos que compartir la información y conocer los avances que van sucediendo, no estamos hablando solo de la atención médica sino de la calidad y la seguridad de la misma, algo que veces se olvida”, indica David Kershenobich, director general del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán de México. Acto seguido explica con tremendo entusiasmo la importancia de colocar una sonda nasogástrica correctamente. Una muestra de que los profesionales sanitarios están decididos a poner punto final a las muertes evitables. “Pueden ser gestos pequeños, pero es un movimiento imparable del que nos beneficiamos todos”.