PÚBLICO: En ocasiones, a través de los más diversos medios, llegan a mí solicitudes, informaciones, quejas o peticiones de ayuda. Uno quisiera poder satisfacer a la mayor parte de ellas pero, lamentablemente, ni el tiempo ni la energía alcanzan. Sin embargo, el otro día, llegó a mis oídos un caso que me estremeció y lo hizo porque se deriva de un hecho que es tan dañino como inadvertido. Los hechos afectan al Hospital Materno Infantil de Málaga y quien me advirtió de ello, José Luis Gómez, lo describe de este modo:Son muchas las veces que he tenido que agradecer al personal del Servicio Andaluz de Salud (SAS) su trabajo, que en algunas veces realiza en condiciones realmente lamentables. De igual forma, siempre que tengo ocasión defiendo la Sanidad Pública a la que tanto le debo. Pero ahora debo dar un tirón de orejas a los gestores del Hospital Materno de Málaga.
Me contaron hace poco que andan preocupados por la bajada de pacientes que tienen, o sea por la “cantidad”, pero he podido ver que no perciben que la cantidad va relacionada directamente con la calidad, del “cómo” se atiende a las pacientes. Se suele dejar recaer la calidad únicamente sobre las espaldas de los magníficos profesionales del SAS, como si la organización y las instalaciones no tuvieran ningún efecto sobre la atención a los pacientes.
Hace unas semanas me vi obligado a acudir en condición de acompañante a las Urgencias del Materno, donde vi de primera mano la inhumanidad de la sala de espera de dichas Urgencias. Este habitáculo que tendrá unos 40 metros cuadrados o, quizás, algo más, lo comparten enfermas y familiares de las mujeres que están en paritorios, dándose imágenes tan crueles como mujeres llorando porque le han dicho que han perdido su bebé y con ello un proyecto de vida lleno de ilusiones, con las voces y gritos de alegría de las familias contentos por la llegada de su nuevo miembro.
Señores gestores del materno, pongan fín a esta situación, no sólo para tener mejores números, sino también por humanidad u empatía con los pacientes que lo están pasando realmente mal.
Entiendo que la Dirección del hospital tiene muchas preocupaciones, como el hecho de que, este mismo año, las sucesivas denuncias por parte del sindicato Satse alertando de la falta de personal (sobre todo matronas en las unidades de Partos y Urgencias) ha llevado a la Fiscalía a abrir diligencias para averiguar si existe riesgo penalmente punible para la salud de las personas. Finalmente archivó por considerar que se siguen las recomendaciones del ministerio de Sanidad, lo que a mí, personalmente, no me tranquiliza demasiado; me fío mucho más del personal sanitario que de los gestores.
Imagino que con esa preocupación, o con la referida a la falta de medios con ecógrafos antediluvianos, o con el retraso en la realización de ecografías a las embarazadas de alto riesgo, es complicado caer en lo improcedente del hecho de juntar en una misma sala de espera a mujeres y familiares que acaban de perder un hijo o una hija con quienes acaban de traer al mundo una nueva vida.
De veras entiendo que puede resultar difícil reparar en que se está dando esta situación, pero dado que afortunadamente la proporción de abortos espontáneos respecto a partos felices es menor, estoy convencido de que será posible encontrar una solución satisfactoria para no agravar aún más la situación de quienes pasan ese mal trago, ese “proyecto de vida lleno de ilusiones” como indica José Luis Gómez.
Cuando una persona está literalmente destrozada, ver la alegría desbordada del prójimo no molesta, sino que todavía la hunde más por ilustrar a la perfección el estado en el que ella misma podía encontrarse en ese instante. Y eso, me van a perdonar, también es salud, que se puede cuidar, que se puede mimar con un mínimo esfuerzo. Pongámosle remedio, pues.