PÚBLICO: Quiero deciros que soy médico, especialista en medicina familiar y comunitaria. Trabajo en urgencias y emergencias, me encanta mi trabajo y me gustaría contaros algo que pienso desde que empezó todo esto. Mi sensación, como la de muchos de vosotros en estos días, es de expectación, de incertidumbre. De vivir en una calma tensa y de no saber muy bien a qué nos estamos enfrentando. Tengo dudas. Y para terminar de arreglarlo veo la tele, oigo la radio, leo las redes sociales y me agobio, me agobio mucho. Demasiada información, muchas veces contradictoria.
Como muchos de vosotros y vosotras, tengo familia, niñas, pareja. y me preocupa que, por mi profesión, sea yo el vínculo directo con la enfermedad. Traérmela a casa. Me preocupa ponerlos en riesgo. Sin embargo, a pesar de ser consciente de que puedo llegar a suponer un elemento perjudicial para mi entorno más cercano, no tengo ninguna duda sobre mi responsabilidad social y ética como médico. Elegí esta profesión por vocación y siendo consciente que este tipo de situaciones, viejas conocidas de la humanidad, podrían repetirse.
Ha sido duro aislarme de mis padres, son mayores y aunque están bien viven solos. Fue la primera decisión, por protegerlos, pero se me hace duro. A ellos y a mí. La segunda fue hacer del aislamiento familiar un evento positivo para todos, jugar, leer, hablar, y también estudiar. La información buena no llega por wasap, sigue llegando por artículos, informes y análisis de profesionales y de fuentes solventes y contrastadas. Sigo a la Organización Mundial de la Salud, al Ministerio de Sanidad, al CDC...
Llevan semanas contándonos lo de las curvas. Me gusta mucho la montaña, casi como la medicina. Y pienso en los puertos de montaña que subo con la bici. Pedaleando en medio de la subida piensas en que todo sería más fácil si pudiera cambiar pendiente por distancia, más largo, pero menos empinado. Eso buscamos con las famosas curvas epidemiológicas. Seguimos subiendo y sabemos que seguiremos subiendo aun un tiempo, como les ha pasado a nuestros vecinos italianos. En algunas ciudades la situación es abiertamente complicada y en otras empeora día a día. Estamos en nuestra etapa reina y no recuerdo etapa reina de montaña en la que no se sufra.
Nuestros compañeros y compañeras empiezan a estar desbordados. Oigo mensajes en las redes que me dejan preocupado. Como en la medicina de conflictos podemos sufrir estrés postraumático y situaciones de estrés extremo. Deberían cuidarse, pero sé que no tienen tiempo y probablemente tampoco hay recursos para ello ahora. Los territorios que nos estemos preparando tenemos dificultades para hacernos a la idea de la magnitud de la ola, de sus consecuencias sobre nuestro ánimo. Vamos a trabajar sin parar, pero nos van a salir cicatrices en cada trozo del alma.
Ahora tenemos más dudas y más cansancio. Los casos de personas enfermas nos tocan más de cerca. Los positivos no son solo algo de las noticias y todos conocemos a alguno o a varios. Una semana de aislamiento ya no tiene ninguna gracia y además nos dicen que aún no ha llegado lo peor. Apretar los puños y no solo no cejar, sino ir más allá. Es como si lleváramos una semana de calentamiento, de pruebas, para lo serio. Las medidas de protección e higiene que al principio nos liaban ahora deben ser un ritual perfecto, como el del té en Japón, sin errores ni dudas, como si lleváramos siglos haciéndolo. Ya sabemos qué fuentes alarman, cuáles informan y también las que infartan. Seleccionemos las que nos aportan en positivo, información y ayuda para seguir. Sabemos que nuestro sistema está empezando a ir a tope, usémoslo con criterio y prudencia. Usemos el teléfono, antes que nada, y tengamos un poco de paciencia, estamos intentando estar en todos los frentes. No es nada fácil, pero lo conseguiremos. Seguimos tratando infartos, cánceres y muchos problemas graves que no entienden de curvas o pendientes.
Si, nos aplaudís cada tarde y reconforta, más de lo que imaginaba, porque tenemos miedo, orgullo y preocupación incluso por nuestra propia seguridad y por la de nuestra familia. Solo somos personas, con vocación, pero personas. Pero también se, que, en los peores momentos, en los de más dudas, es cuando surgen los sentimientos más intensos de solidaridad, altruismo y entrega. Por todo esto me siento orgulloso de mis compañeros y compañeras. Somos medio millón cuidando de casi 45 millones. Y siempre parece que nos acordamos de los sanitarios, pero para que esto funcione son imprescindibles los técnicos, administrativas, personal de limpieza, psicólogos, trabajadores sociales, profesionales de la farmacia, de la fisioterapia. Investigadores y conductores de ambulancias, celadores y personas que cocinan y hacen el mantenimiento de los centros. Somos muchos y todos ellos son imprescindibles y lo están dando todo en esta situación de emergencia.
Mas adelante nos enzarzaremos sobre si se nos trata como toca o sobre si privatizarlo todo era una idea genial genial, sobre todo para el privatizador que lo privatiza. Tiempo tendremos que evaluar qué sistema tenemos y qué sistema queremos, pero ahora toca pedalear a la cima.
Por último y como dice mi amiga Amparo, también médico, cuidaos. Esta es la mejor ayuda que nos podéis ofrecer, y creedme que en estos días vamos a necesitar mucha ayuda. Os pido paciencia, no somos héroes, solo personas que trabajamos cuidando personas, y para nosotros esta situación es desconocida y nueva.
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