PÚBLICO: Imagina llamar al centro de salud para pedir cita con tu médico de familia porque te has notado un bulto en la axila y que te den cita para dentro de dos semanas. O necesitar cita con tu enfermera de Atención Primaria y que te digan que la tuya no está y no hay nadie en su lugar desde hace tres meses, así que te tendrán que citar con otra… dentro de diez días.
Imagina llamar al centro de salud para pedir cita con tu médico de familia porque te has notado un bulto en la axila y que te den cita para dentro de dos semanas. O necesitar cita con tu enfermera de Atención Primaria y que te digan que la tuya no está y no hay nadie en su lugar desde hace tres meses, así que te tendrán que citar con otra… dentro de diez días.
Esas cosas que no queremos imaginar ya ocurren en la Atención Primaria de Madrid, y no son solamente una pesadilla previa al verano, sino el día a día desde hace unos años, que ha ido empeorando incesantemente y que se está cebando con los barrios más humildes y con los trabajadores y trabajadoras que hacen que la Atención Primaria siga en movimiento.
¿Por qué ocurre esto? ¿Es simplemente un fenómeno meteorológico que se ha cebado con la Atención Primaria de los madrileños y madrileñas o hay algo más allá? La Comunidad de Madrid es la que menos invierte en Atención Primaria, y esto tiene su reflejo en lo que nos pasa en el día a día a la población de Madrid. El Servicio Madrileño de Salud es el que menos enfermeras de Atención Primaria tiene por cada 1000 habitantes, y el segundo con menos médicos de Atención Primaria por cada 1000 habitantes. Además, y esto es parcialmente fruto de la densidad de población, es el que menos centros de salud y consultorios locales tiene por población, siendo una cuarta parte de la media española.
Desde hace años, las condiciones en las que trabajan los profesionales de Atención Primaria se han hecho muy complicadas por no decir incompatibles con el ejercicio de la propia especialidad. Agendas infinitas de pacientes, tener que asumir las consultas de compañeras y compañeros ausentes sin suplente, plantillas infradimensionadas, gran temporalidad y, en el último año, contratos sin adscripción a un puesto de trabajo, de modo que puedes ser movido, vulnerando los principios más básicos de la Atención Primaria. A esto se unen unos horarios que imposibilitan la conciliación familiar.
En estas semanas, de los 223 médicos y médicas de familia y 68 pediatras que terminaron su especialidad en mayo, solo 22 cogieron una de las plazas ofrecidas por la Consejería de Sanidad para trabajar en Atención Primaria, debido a las pésimas condiciones laborales ofrecidas por el Gobierno de Madrid. Mientras tanto, se suceden las noticias en prensa contando cómo muchas de estas personas, formadas en nuestra comunidad, deciden irse a otros lugares dentro y fuera de España. Madrid es una centrifugadora de talento.
Por el lado de la población, el deterioro se nota de forma creciente. Esperas crecientes para ser visto en consulta, deterioro de las infraestructuras, centros de salud eternamente prometidos que apenas se llegan a construir mientras se prometen muchos más.
La situación parece clara pero, ¿qué necesitamos cambiar? La Atención Primaria necesita al mando alguien a quien le importe. Y esa importancia tiene que manifestarse de dos maneras: por un lado, con un Plan de Atención Primaria que aspire a incorporar los recursos necesarios para la población, incorporando no solo médicos y médicas de familia, enfermeras o pediatras, sino también reforzando las unidades administrativas (con profesionales y con más líneas telefónicas) para que la población pueda acceder al sistema con mayor facilidad, así como las unidades de apoyo (matronas, fisioterapéutas, psicólogos,...) para mejorar la asistencia dada a la población. No son suficientes planes que nacen obsoletos, prometiendo aumentos de plantilla que en realidad son disminuciones y con incrementos presupuestarios que son ridículos en comparación con las necesidades.
La Atención Primaria necesita ser un lugar donde sus profesionales quieran y puedan permanecer y donde quienes aún no lo hacen deseen trabajar. Un lugar que no sea una trituradora de ese material fungible en el que se han convertido las médicas, los administrativos, las enfermeras o los fisioterapeutas. No tendremos la sanidad pública que necesitamos si no hay quien quiera trabajar en ella, y las dificultades de la Comunidad de Madrid para retener a los profesionales y a traer a otros nuevos muestra que de ese nefasto camino ya llevamos muchas estaciones andadas.
Además, no podemos contentarnos con volver a lo de hace unos años, es necesario dibujar la Atención Primaria que necesitamos de ahora en adelante, y para ello tal vez sería bueno identificar uno o dos grandes elementos que conquistar. Nuestra elección es clara: 12 minutos por paciente y tener cita en menos de 48 horas si se precisa. Ese es el horizonte, pero no se logra por decreto, sino poniendo los medios y las reformas organizativas para que así sea.
Si acabamos con la Atención Primaria, acabamos con la salud de nuestra comunidad. La pandemia nos trajo la evidencia de que es imposible salvarse solo, engrasando la dinámica del sálvese quien pueda. Necesitamos de lo público y, en este caso, necesitamos de lo público que se pone siempre al servicio de quienes más lo necesitan, construyendo salud y bienestar desde la cercanía de los barrios y municipios, desde la atención a la enfermedad compleja y también al malestar difuso, desde la infancia hasta la vejez. Necesitamos de todo aquello que haga posible tener una vida buena.
Toca parar la voladura programada de la Atención Primaria. Igual que en 2012 los madrileños y madrileñas pararon los intentos de privatización de Esperanza Aguirre y el retornado Lasquetty; en la calle, en las movilizaciones ciudadanas, en las de los colectivos profesionales, en las instituciones. En todos lados.
Toca recuperar lo que sabemos que pertenece al patrimonio del bien común y lo que nos ha demostrado que es capaz de salvarnos a todos y hacer de dique de contención y centro de atención nada menos que de una pandemia. Dejarnos arrebatar la Atención Primaria es de esas cosas que no podremos explicar a las siguientes generaciones y que anuncia el fin del sistema de protección de la salud tal y como lo conocemos hasta hoy.