PÚBLICO: Ser gestor público es tener en las manos la vida de millones de personas, en sentido absolutamente literal. Cuando se accede a la presidencia de una Comunidad Autónoma, entre las competencias que uno o una asume se encuentra la Sanidad pública y de la gestión que realice de la misma dependerá en gran medida la tasa de mortalidad. El exceso de mortalidad de casi 35.000 personas en 2022 nos dice que la gestión de nuestros gobernantes nos mata. ¿Quién sería tan estúpido de renovar la confianza en quien se ha convertido en nuestro verdugo?
Según los datos oficiales, 2022 se saldó con 34.773 muertes más de lo previsto. Ya no podemos atribuirlo a los efectos directos de la covid y, de hecho, es un 18,6% más que en 2021, cuando los coletazos del coronavirus sí podían estar presentes. Los motivos son otros, tal y como indican expertos como los del Instituto de Salud Carlos III, que apuntan en definitiva a la pésima gestión que nuestros gobernantes hacen de los recursos.
Esta deficiente gestión de la Sanidad, apuntan los expertos, deriva en interminables listas de espera que comienzan ya desde la misma Atención Primaria y ese es, precisamente, otro de los motivos para el exceso de mortalidad que sufrimos. La conclusión es tan cruda como simple: quienes tienen en su mano evitar estas muertes no lo están haciendo. La mirada ha de dirigirse a los presidentes y presidentas de las Comunidades Autónomas, que sacan pecho de tal responsabilidad cuando el viento viene a favor y reniegan de ella, señalando al Gobierno central, cuando la pifian.
En un par de meses llegarán en casi todas las regiones las elecciones autonómicas y nadie mejor que usted en primera persona para conocer el estado de su Sanidad pública. ¿Recuerdan cuando la visita al médico de cabecera, como se designaba hace años a la Atención Primaria, se producía en el mismo día o al día siguiente de ser solicitada? Si esto ya no es así, imaginen cómo está el resto del sistema sanitario...
Renovar contrato a nuestros verdugos sería validar esa gestión que provoca un exceso de mortalidad y darles naturaleza de asistencia al suicidio, liberándolos de la culpa que en realidad tienen. Ya que nos encontramos tan narcotizados que estamos a años luz de la dignidad y capacidad de defensa de nuestros derechos que tiene la ciudadanía francesa, al menos no caigamos en la estupidez kamikaze de volver a dar un cheque en blanco a quienes nos están masacrando.