elDiario.es: Gimelda Rodríguez, de 19 años, entra a las 22.00 horas del jueves en las urgencias del Paseo Imperial (Arganzuela) de Madrid acompañada de su padre. Tiene unas placas en la garganta que le molestan mucho. Tras llamar al centro de salud, ha descubierto que era necesario esperar al día siguiente para que alguien se las mirara. Las urgencias extrahospitalarias, que estuvieron cerradas durante la pandemia, volvieron a prestar servicio a los madrileños este jueves. Nada más entrar y explicar su situación a la celadora del centro, Rodríguez se enteraba de que tendría que volver al día siguiente. “Estamos sin médico, lo siento. No podemos atenderle”, le contestaban los sanitarios del centro.
Entre médicos que descubrieron de madrugada que habían sido destinados a un centro de salud a varios kilómetros de su domicilio, falta de material sanitario y personal reducido al mínimo, la primera noche en los PAC ha sido un desastre desde el minuto uno. “Caos” es la palabra más utilizada por los sindicatos y los sanitarios para describir la tan deseada reapertura.
El caso de este Punto de Atención Continuada –el nuevo nombre que la Comunidad ha elegido para los 37 SUAP y los 41 SAR que volvían a abrir este jueves– no es aislado. También los centros de Guadarrama, Espronceda y Móstoles, entre otros, han trabajado sin médicos, mientras que en Valdemoro, Rivas, Federica Montseny o Soto del Real faltaban incluso las enfermeras, según los datos de CCOO. La Consejería de Sanidad estimaba en un 60% las urgencias extrahospitalarias que abrían sin médico el primer día. “De los 234 profesionales que habían sido llamados hoy a trabajar, un total de 94 han comunicado su baja por incapacidad temporal por situaciones personales de distinta índole o por permisos solicitados por incidencias familiares”, ha detallado el organismo regional.
A pesar de los problemas en las plantillas, los vecinos han recibido con felicidad, pero también rabia y dudas, la reapertura de las urgencias en sus barrios. “He venido a comprobar con mis propios ojos. Cuando lo han anunciado, no me lo creía que iban a reabrir las urgencias”, explica Antonio Arroj, que vive a lado del centro de salud de Las Águilas, en el distrito de Latina. Decidió darse un paseo para confirmar en persona que el anuncio de que se iban a reabrir los 78 centros sanitarios 24 horas no era “otra de las mentiras de Ayuso”. “Estoy contento, era necesario. Ahora hay que ver cuánto dura”, afirma exasperado mientras se aleja para volver a su casa.
Desde que la Comunidad comunicó a finales de septiembre su plan para reorganizar las urgencias de Atención Primaria cerradas durante la pandemia, los sindicatos han alertado del riesgo que iba a suponer reabrir los 78 Centros Sanitarios 24 horas con la mitad del personal necesario. Llegaron incluso a convocar una huelga indefinida, que ha sido finalmente anulada a 48 horas de la reapertura de los ex SUAP tras un “acercamiento de posturas” con el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Sin embargo, sus peores miedos se han realizado.
Según el nuevo horario de trabajo, las urgencias deberían estar funcionando a partir de las 17 horas. Sin embargo, a esta hora casi ningún centro estaba equipado para atender a los pacientes. En el punto de atención continuada de la Avenida de Portugal, en Puerta del Ángel, la gerente del centro de Atención Primaria ha aparecido con las llaves de las urgencias a las 17.03. A los pocos minutos, cuando aún faltaban los sanitarios, ha llegado una mujer con dos hijas que sufrían de otitis para que pudieran examinarlas. “No se puede, aquí no hay pediatra”, ha explicado con prisa la responsable, obligando a la madre y las niñas a dirigirse a otro lugar.
Los ciudadanos no son los únicos que han padecido el desorden de la reapertura, que también ha afectado a los sanitarios. “Nos habían dicho que el centro estaba equipado y listo para estrenar. Nada más lejos de la realidad”, denuncia María Cuevas, doctora de las urgencias de Las Águilas, en el distrito de Latina. Como para muchos de sus compañeros, es su primer día en este centro.
Tras haber trabajado 14 años como interina en el SAR de La Cabrera, se enteró la noche del miércoles de que la habían cambiado de destino a través de un correo de la gerencia de Atención Primaria. “Estoy a 60 kilómetros de donde vivo, en un centro donde no conozco a los pacientes ni a los compañeros de trabajo. Y me tengo que quedar aquí por lo menos durante tres meses. Los ciudadanos no se merecen que les atiendan sanitarios que versan en este estadio de ansiedad”, afirma visiblemente turbada tras atender a su primera paciente.
Noelia S. ha llegado a las puertas del centro lamentando una fuerte opresión torácica. “Qué suerte que lo encontré abierto, no me había enterado de que había vuelto a funcionar”, afirma esta joven de 21 años. Para poderla examinar, Cuevas y su equipo tuvieron que derivarla al centro de salud: al poco de abrir las urgencias, descubrieron que faltaba la máquina para hacer el electrocardiograma. “A esta hora el centro de salud sigue abierto. ¿Pero qué hubiera pasado si hubiera llegado en plena noche?”, pregunta la médica.
María Juana García (82 años) se ha ahorrado un viaje de hora y pico en autobús hasta el Hospital Clínico San Carlos, el más cercano a su casa. “Estuvo fatal la cosa durante los últimos dos años. Cada vez que tenía necesidad tenía que coger el 138, o preguntar a mi nieto para que me acompañara. Ahora solo tengo que cruzar la calle”, explica satisfecha tras haber sido atendida.
“A mí este centro de salud me salvó la vida”, afirma Emiliano Gómez en la puerta de las urgencias. Recuerda cuando, hace unos años, se clavó el aparato dental en la lengua, y llegó a las puertas de Las Águilas con una toalla que chorreaba sangre presionada contra la boca para parar la hemorragia. “Si en lugar de caminar 100 metros me hubiera tenido que ir hasta el Clínico, quizás hubiera muerto. Es una historia que cuento siempre a las amigas de mi esposa cuando empiezan a decir que la sanidad pública no sirve para nada”.